En momentos en que la crisis económica se hace sentir con mayor fuerza, cuando se requiere el mayor esfuerzo del Estado, las entidades privadas y la ciudadanía para encontrar soluciones para la grave carencia de recursos que afecta a la mayoría de los hogares, Bolivia es presa de la ambición de poder de aquellos que en más de una década de despilfarro, incapacidad y latrocinio, destruyeron el débil aparato productivo y desinstitucionalizaron la administración del Estado. Los conflictos internos de un partido, en los que nada tiene que ver la ciudadanía, enfrentan a un desalmado cabecilla de una de las organizaciones más irresponsables, insensibles y corruptas de los últimos tiempos y a un embriagado de poder que vive su fantasía de ser el presidente de la potencia hidrocarburífica, impulsor de la acelerada industrialización del país y otras que rezan las gigantografías diseminadas en el país y la cansina propaganda en la prensa escrita, radio y televisión. El primero que vuelve a sus andanzas del pasado paralizando al país con sus huestes, destruyendo carreteras y arremetiendo contra quien quiera hacerles entrar en razón y el segundo que igualmente usa a sus huestes serviles atrincheradas en el Órgano Judicial para escudarse en sus decisiones y eludir sus responsabilidades de garantizar seguridad, libertad de locomoción, alimentos, salud y educación a la población.

A ninguno de los jefes de las dos facciones les interesa encontrar soluciones a sus conflictos que, desgraciadamente afectan a todo el país. Al líder cocalero, acostumbrado a provocar muertos y heridos, como lo hizo a lo largo de su carrera sindical, su paso por la Presidencia del Estado y su huida del país al descubrirse el fraude que montó, no le importa el sufrimiento de la gente, porque, como es sabido, los bloqueos también útiles para que las avionetas aterricen y despeguen en el Trópico de Cochabamba sin temor a ser interceptadas. Al presidente Arce el bloqueo de su, hasta ayer jefazo y hoy enemigo, le viene muy bien para justificar el alza del costo de vida, la falta de circulante, la desaparición del dólar americano, el aumento de la criminalidad, especialmente contra mujeres y niños y la corrupción. Con todo eso a su favor ninguna prisa tiene para resolver el grave problema que angustia a los/as bolivianos.

De su parte, en la ciudadanía al parecer reina la indiferencia, pocas son las voces de protesta y censura a la prepotencia sindical y la inacción del Gobierno. ¿Será que nos resignamos a ser presas de la ambición de poder de unos y otros?

DE FRENTE

JULIETA MONTAÑO S.

Abogada, feminista, defensora de DDHH

julietamontañ[email protected]

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Ambición de poder, desidia gubernamental

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04.02.2024

En momentos en que la crisis económica se hace sentir con mayor fuerza, cuando se requiere el mayor esfuerzo del Estado, las entidades privadas y la ciudadanía para encontrar soluciones para la grave carencia de recursos que afecta a la mayoría de los hogares, Bolivia es presa de la ambición de poder de aquellos que en más de una década de despilfarro, incapacidad y latrocinio, destruyeron el débil aparato productivo y desinstitucionalizaron la administración del Estado. Los conflictos internos de un partido, en los que nada tiene que ver la ciudadanía, enfrentan a un desalmado cabecilla de una de las organizaciones más irresponsables, insensibles y corruptas de los........

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