Las distintas crisis que afectan a los hidrocarburos han sido un tema recurrente en la agenda mundial, con repercusiones significativas en la economía, el medio ambiente y la geopolítica. El agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático y la búsqueda de alternativas energéticas sostenibles han llevado a un renovado interés en tecnologías más ecológicas. Este es un contexto que vale la pena considerar ante la inminencia de una difícil situación respecto de la accesibilidad de la gasolina y el Diesel en nuestro país.

Las crisis de diversa índole que afectan la disponibilidad de los combustibles fósiles, han destacado la vulnerabilidad que supone depender en gran medida de ellos, tanto en términos de seguridad energética como ambiental. Los aumentos repentinos en los precios del petróleo y el gas, las disputas políticas en regiones productoras y los impactos ambientales devastadores de la extracción y quema de estos combustibles han generado una urgencia renovada para explorar alternativas.

En respuesta a esta crisis, en diversas partes del mundo se ha intensificado la inversión y la investigación en tecnologías renovables y ecológicas, como la energía solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica. Estas fuentes de energía tienen el potencial de ser más sostenibles a largo plazo y de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático, además de ofrecer una diversidad de fuentes que permite garantizar un mayor grado de estabilidad en el acceso a energía.

Así, la movilidad eléctrica también ha experimentado un impulso significativo como respuesta a la crisis de los hidrocarburos. El aumento en la producción y la adopción de vehículos eléctricos está reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles en el sector del transporte, al tiempo que disminuye las emisiones de gases contaminantes en las ciudades y mejora la calidad del aire. Este es ciertamente un proceso que se encuentra retrasado en Bolivia pero que resulta prometedor impulsar con incentivos que vengan del sector público hacia los actores privados de la sociedad.

En este sentido, la transición hacia tecnologías más ecológicas no solo ofrece beneficios ambientales, sino también económicos y sociales. La creación de empleo en sectores como la energía renovable y la eficiencia energética puede impulsar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de las comunidades locales. Sin embargo, la transición hacia una economía más sostenible no está exenta de desafíos. La infraestructura existente, la resistencia de las industrias tradicionales y los intereses políticos y económicos establecidos pueden obstaculizar el cambio hacia tecnologías más ecológicas(..). Por otra parte, se requiere de una inversión significativa en investigación, desarrollo e implementación de nuevas tecnologías, así como en la capacitación de la fuerza laboral para adaptarse a los cambios en el mercado laboral.

Todo este panorama invita a la consideración compleja y multidimensional de la transición energética y del rol clave que tanto el Estado como los actores privados deben desarrollar en el marco de una política nacional que permita dejar atrás la dependencia excesiva de una sola fuente energética.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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