febrero 18, 2024febrero 18, 2024 La portavoz nacional del BNG y candidata a la Presidencia de la Xunta, Ana Pontón, interviene durante el cierre de la campaña, en Santiago de Compostela.- EP

Todos los periodistas, de toda procedencia y laya, nacen con un íntimo sueño compartido: poder levantar un día el teléfono y gritar: "¡Paren las rotativas!" Yo lo tuve que hacer un día, así que ya puedo morirme con íntimos honores. Recuerdo a la rabiosa Josefa Hildy Paredes, compañera del alma, retorciéndome cariñosa y cruelmente el meñique para que delegara el grito en ella. Pero era demasiado pedir, incluso viniendo de una persona por la que daría la vida.

Si como periodista estoy colmado desde aquella noche, como gallego todavía no. Porque un gallego lo que anhela es despertarse un día y gritar este verso de su himno, pero sin cantar: Os tempos son chegados. Y decirlo, además, cuando hayan llegado los tiempos. ¿Qué tiempos? ¿Los de gloria? ¿Los de guerra? ¿Los de libertad? ¿Los del cólera o los del amor? ¿Los de una victoria electoral? Poco conocéis a los gallegos si suponéis alguna de estas respuestas. El verso de Eduardo Pondal se refiere al tiempo llegado de los bardos. De los poetas. De los cantores.

Un país cuyo himno reconoce como máxima aspiración nacional que llegue el tiempo de los bardos, y no masacrar al vecino, tiene por fuerza que ser un territorio admirable. Aunque esté mal que yo lo diga.

Se respira en mi tierra como un calentón por poder gritar hoy, a las ocho de la tarde, que os tempos son chegados. Entre la izquierda, quiero decir. No percibí yo este ambiente en pasadas elecciones. Ni siquiera en las de 2005, que supusieron la derrota y jubilación de Manuel Fraga después de los quince años de posfranquismo gaiteiro que sufrimos en Galicia.

Claro que entonces la alternativa al viejo fascista era un gobierno liderado por el PSOE y con el BNG de subalterno, lo que le quitaba a la alternancia charme galeguista obrero y rupturismo. Porque el PSdeG-PSOE nunca ha sido visto como un socialismo galleguista, al modo de sus homólogos catalán y vasco, sino como un invento de los de Madrid con un poco de acento coruñés.

Durante demasiado tiempo, la figura que se percibía como líder de los socialistas gallegos fue Paco Vázquez, eterno alcalde de A Coruña y feroz antigaleguista. Su empeño en rotular su propia ciudad como La Coruña, en español, espantaba a todo el espectro socialista del orgullo de patria, lengua y cultura. Y en Galicia quizá nos lo hacemos notar menos, por nuestra proverbial hospitalidad, pero tenemos mucho de ese orgullo.

Si los socialistas no lo lograron entender, Manuel Fraga sí. En las provincias de Lugo y Ourense, las menos castellanizadas, gobernaban más las diputaciones provinciales que cualquier presidente de Galicia, España o los Estados Unidos de América. Sus caciques, Francisco Cacharro Pardo y Xosé Luís Baltar, eran casi separatistas provinciales. No entraron en Alianza Popular por ideología, sino por negociación. Y ni siquiera Fraga conseguía domeñarlos cuando cometían tropelías. Fraga, Baltar y Cacharro sabían exaltar el orgullo del agricultor y el pescador, del narco y el ganadero, haciéndolos creer que eran uno más entre ellos mientras les metían la mano en el bolsillo.

El encanto de aquel cacique consistía en que te sabía robar y a ti te daban ganas de darle las gracias. Conocí a varios viejos caciques, y es que no podías dejar de quererlos, salvo cuando te amenazaban o se dirigían seductoramente a las camareras.

Aquel PP montaraz fue muriendo con Alberto Núñez Feijóo, un urbanita al que si llevas al prado es el que pisa la bosta de vaca al primer minuto, y si lo sacas a la orilla del mar le pica la faneca. Solo resiste en Ourense un simpático y algo lunático heredero de Baltar, conduciendo a mil quilómetros por hora como si perdurara la impunidad dos tempos do pai. Hay que lamentar que ya no se vean caciques como los de antes. Al PP le irá pasando factura este descuido en la cantera.

El caso es que, si hasta ahora fue el PP el que con más inteligencia y mejores argucias concitó el orgullo gallego, ahora eso se ha desdibujado con los zapatitos limpios de Feijóo y de Rueda, y al que quiera estar orgulloso de ser gallego solo le queda el BNG. Es la razón por la que su posible victoria está causando mayor agitación anímica incluso que la destronación de Fraga en 2005.

Que nadie sospeche que estoy pidiendo el voto al BNG. Pero que Euskadi, Catalunya (veremos) y Galicia estén gobernadas por tres nacionalismos dialogantes, en estos tiempos convulsos (como todos), quizá me inspire a levantarme mañana, abrir la ventana al mar y gritar que os tempos son chegados. Ya sé que soy un ingenuo, porque los tiempos de los bardos nunca llegan. Pero, como orgulloso gallego, no me cansaré de esperarlos.

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Os tempos son chegados

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18.02.2024

febrero 18, 2024febrero 18, 2024 La portavoz nacional del BNG y candidata a la Presidencia de la Xunta, Ana Pontón, interviene durante el cierre de la campaña, en Santiago de Compostela.- EP

Todos los periodistas, de toda procedencia y laya, nacen con un íntimo sueño compartido: poder levantar un día el teléfono y gritar: "¡Paren las rotativas!" Yo lo tuve que hacer un día, así que ya puedo morirme con íntimos honores. Recuerdo a la rabiosa Josefa Hildy Paredes, compañera del alma, retorciéndome cariñosa y cruelmente el meñique para que delegara el grito en ella. Pero era demasiado pedir, incluso viniendo de una persona por la que daría la vida.

Si como periodista estoy colmado desde aquella noche, como gallego todavía no. Porque un gallego lo que anhela es despertarse un día y gritar este verso de su himno, pero sin cantar: Os tempos son chegados. Y decirlo, además, cuando hayan llegado los tiempos. ¿Qué tiempos? ¿Los de gloria? ¿Los de guerra? ¿Los de libertad? ¿Los del cólera o los del amor? ¿Los de una victoria electoral? Poco conocéis a los gallegos si suponéis alguna de estas respuestas. El verso de Eduardo Pondal se refiere al tiempo llegado de los bardos. De los poetas. De los cantores.

Un país cuyo himno reconoce como máxima aspiración nacional que llegue el tiempo de los bardos, y no masacrar al vecino, tiene por fuerza que ser un territorio admirable.........

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