abril 7, 2024abril 6, 2024 La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su salida de la boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, a 6 de abril de 2024. A. Pérez Meca / Europa Press

En San Martín de Montalbán o Lugarnuevo, el pequeño pueblo toledano donde nació mi madre, siempre hay alguien que, tras un casorio, te dice aquello de "bueno, ya hemos casado a José Luis". Es como si colectivizáramos los himeneos, algo que podría sonar muy promiscuo o comunista, pero que allí solo es una reivindicación de que, aunque seamos pocos, lo hacemos todo muy juntos y hermanados.

Ahora que me he venido a una gran ciudad como Madrid, ya no puedo repetir aquello. En las grandes urbes los epitalamios son más sosos. Ayer mismo, los sesudos espectadores de Telemadrid pudimos asistir en directo a la boda de nuestro alcalde, José Luis Martínez Almeida, y nadie osó decir lo de que "ya hemos casado a José Luis", porque faltaba el novio.

No es que José Luis Martínez Almeida no dé para novio, pues lucía ayer muy pinturero con su frac de mayordomo de Batman, pero hoy no se puede celebrar una boda en España sin la presencia del novio cum laude, del novio de todos los novios, del novio con menos polvos que lodos, del quiromántico y quirónico comisionista Alberto González, que convierte en oro todo lo que pasa por su almohada.

Como adicto telespectador de telebodas del PP, desde que me informaron de que el novio de Ayuso no asistiría al casamiento de Almeida vivo en constante desasosiego, en plan Pessoa. Las telebodas del PP no son solo divertimento popular, sino cultura. Instruyen e informan. En la teleboda de la hija de José María Aznar con Alejandro Agag nos ofrecieron un completo muestrario de mafiosos que después, tristemente para España, acabaron en la trena. Un monaguillo infiltrado por la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales aun guarda una lista de invitados etiquetados como gürtel, púnica, lezo, arena, bárcenas, carioca, emarsa...

No lo digo por malmeter, pero tengo la impresión de que en esta boda de Almeida se han esmerado menos y solo han llevado a corruptos de segunda fila, lo que no sé si constituirá blasfemia suficiente para que se pueda exigir la nulidad del matrimonio. Doctores tiene la iglesia para dilucidarlo.

Como no hay sábado de mi vida que no dedique a la concentrada lectura de nuestros sonetistas más clásicos, ayer me leí en el Vanitatis que "el vestido de invitada de Isabel Díaz Ayuso en la boda de Almeida [era] color buganvilla, con lunares y de su marca favorita". No especificaban la marca, pero supongo que era de Modas Quirón, que nada te cura mientras te pega el tirón.

Yo no entiendo por qué Isabel Díaz Ayuso no pasea a su fofisano novio, comisionista de Quirón, por la boda de Almeida. Quizá es que Alberto González El Pisitos llevaba tantos fajos de billetes en los bolsillos del frac que se le deformaba la figura. En caso contrario, no me explico.

Sin embargo, hay un detalle que ha pasado desapercibido para nuestros más sesudos politólogos, y es el color buganvilla del vestido de Ayuso, que porta un mensaje: ¿para qué te voy a invitar a la boda, pringao, si ya te he puesto morao de pasta?

En todo caso, la teleboda de Almeida no deja de suponer una degradación comparativa si nos remitimos a las bodas de otros tiempos. En la teleboda de la hija de Aznar no faltaba ningún corrupto, y todos los testigos tuvieron la deferencia de acabar tarde o temprano en la cárcel, como regalo a la novia. En la boda de Almeida nos ha faltado el corrupto más principal. Aunque nos quede el consuelo de que sí asistió nuestro Juancar. Ese sí que es mi rey: aun cojo, sigue siendo capaz de pisotearnos. Un brindis por los novios, por el rey, por sus invitados y por sus no invitados, Alberto, que la gente de bien no te olvidamos y te queremos. Por mucho color buganvilla que vista tu inocente y despectiva novia. Las buganvillas son contingentes, pero el corrupto es necesario. Que somos españoles, hostia, chaval.

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Y no invitaron al novio de Ayuso

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07.04.2024

abril 7, 2024abril 6, 2024 La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su salida de la boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, a 6 de abril de 2024. A. Pérez Meca / Europa Press

En San Martín de Montalbán o Lugarnuevo, el pequeño pueblo toledano donde nació mi madre, siempre hay alguien que, tras un casorio, te dice aquello de "bueno, ya hemos casado a José Luis". Es como si colectivizáramos los himeneos, algo que podría sonar muy promiscuo o comunista, pero que allí solo es una reivindicación de que, aunque seamos pocos, lo hacemos todo muy juntos y hermanados.

Ahora que me he venido a una gran ciudad como Madrid, ya no puedo repetir aquello. En las grandes urbes los epitalamios son más sosos. Ayer mismo, los sesudos espectadores de Telemadrid pudimos asistir en directo a la boda de nuestro alcalde, José Luis Martínez Almeida, y nadie osó decir lo de que "ya hemos casado a José Luis", porque faltaba el novio.

No es que José Luis Martínez Almeida no dé para novio, pues lucía ayer muy pinturero con su frac de mayordomo de Batman, pero hoy no se puede celebrar una boda en España sin la presencia del novio cum laude, del novio de........

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