enero 30, 2024enero 30, 2024

En los viejos documentales sobre la naturaleza salvaje siempre había una raya divisoria entre hombres y bestias, una delgada línea que separaba al naturalista del animal que estuviera estudiando en ese momento. De este modo, si Félix Rodríguez de la Fuente se juntaba con una manada de lobos, intentaba no acabar de primer plato, mientras que Jacques Cousteau buceaba entre tiburones guardando las distancias. A veces se les iba la mano, como en aquel programa sobre un rescate de animales salvajes, no recuerdo si en el Orinoco o en el Amazonas, en el que Félix transportaba una anaconda entre el fango y de pronto la serpiente se revolvió y por poco no le arranca la cabeza.

Con Frank Cuesta esa línea de demarcación nunca estuvo muy clara: a veces se mete tanto en el territorio del animal, cruzando todas las señales de peligro, que se hace difícil saber dónde empieza Frank y dónde acaba la bestia. Probablemente, ésa es una de las razones de su éxito; la otra, el empleo de un lenguaje que, lejos de las parrafadas científicas de Cousteau o de Rodríguez de la Fuente, cae directamente en el taco y en la onomatopeya. Para no dejar dudas, bautizó a su personaje como "Frank de la jungla", un descendiente de Tarzán con la gorra invertida. Pero básicamente, como me dijo una vez un amigo y como ha señalado más de un biólogo, lo que hace Frank Cuesta es molestar a los animales en vez de estudiarlos.

El otro día, en el santuario que ha montado en Tailandia, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a discutir con un ciervo. El animal estaba tranquilamente a un lado de una charca, junto a su familia, cuando apareció Frank, quien lo llamó con el cariñoso apelativo de "Perrito", un nombre que no parece muy apropiado para un ungulado de doscientos kilos y afilada cornamenta. La discusión acabó mal, probablemente porque el ciervo no entendió a Frank o quizá porque lo entendió demasiado bien. Frank Cuesta habla con los animales como hablaría con cualquiera, sin atender a las diferencias de educación, instinto y raciocinio. En otro de sus videos, ampliamente difundido en las redes de ultraderecha, se le veía ahuyentando a unas nutrias al grito de "¡Que viene Pedro Sánchez!"

Como se ve, Frank tampoco tiene muy clara la frontera que separa la política de la zoología, algo que sus detractores sospechaban desde mucho antes de que anunciase su intención de votar a Vox. En unas declaraciones de hace dos años, decía que, aunque era socialista de toda la vida, no le quedaba otro remedio que encomendarse a la ultraderecha para que los chicos de Abascal vinieran a poner un poco de orden en la jungla nacional. Entre el estoque de torero y la escopeta de caza, parece que Vox era la opción ideal para un amante de la naturaleza al estilo de aquel cazador de los Monty Python: "Me gustan los animales, por eso los mato".

Sin embargo, el pasado diciembre, Frank recogió velas después de contemplar el espectáculo que dio Ortega Smith en un pleno del Ayuntamiento de Madrid, cuando al bajar de la tribuna se puso a imitar a un gorila macho en una berrea. Dijo que había hecho bien en no votar desde que se habían ido Espinosa de los Monteros y Sánchez del Real dejando a un montón de cavernícolas al mando. Teniendo en cuenta las dos bajas, lo de cavernícolas tampoco parece el adjetivo más apropiado, pero Frank sabe bastante de estas cosas. De hecho, los animales salvajes que aparecen en sus videos no son más que parte de la decoración: lleva toda la vida haciendo un documental sobre sí mismo.

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Frank discute con un ciervo

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31.01.2024

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En los viejos documentales sobre la naturaleza salvaje siempre había una raya divisoria entre hombres y bestias, una delgada línea que separaba al naturalista del animal que estuviera estudiando en ese momento. De este modo, si Félix Rodríguez de la Fuente se juntaba con una manada de lobos, intentaba no acabar de primer plato, mientras que Jacques Cousteau buceaba entre tiburones guardando las distancias. A veces se les iba la mano, como en aquel programa sobre un rescate de animales salvajes, no recuerdo si en el Orinoco o en el Amazonas, en el que Félix transportaba una anaconda entre el fango y de pronto la serpiente se revolvió y por poco no le arranca la cabeza.

Con Frank Cuesta esa línea de demarcación nunca estuvo muy clara: a veces se mete tanto en el territorio del animal, cruzando todas las señales de peligro, que se hace difícil saber dónde empieza Frank y dónde acaba la bestia. Probablemente, ésa es una de las razones de su éxito; la otra, el empleo de un lenguaje que, lejos de las parrafadas científicas de Cousteau o de........

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