Diligencia debida, nada que celebrar
23/04/202423/04/2024 Colapso del edificio de Rana Plaza en Bangladesh, en 2013. AFP
Erika González es co-coordinadora confederal de Ecologistas en Acción; Juan Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro son investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL); Miguel Urbán es eurodiputado de Anticapitalistas.
El 23 de abril de 2013 las trabajadoras del Rana Plaza, un bloque de ocho pisos situado en la capital de Bangladesh que albergaba fábricas textiles de subcontratas de Benetton, Wal-Mart, Primark, Mango y El Corte Inglés, avisaron de la existencia de numerosas grietas en las paredes del edificio y se resistieron a entrar en él. Los supervisores les dijeron que era seguro. Al día siguiente, les obligaron a incorporarse a sus puestos de trabajo. Y a las nueve de la mañana, en plena hora punta, el Rana Plaza —un edificio que era propiedad de uno de los dirigentes del partido del gobierno— se vino abajo. El derrumbe provocó la muerte de 1.134 personas, en su mayoría mujeres, y dejó heridas a más de 2.400.
Hoy es el aniversario de aquella tragedia, con la que se certificó el fin de la "responsabilidad social" de las empresas trasnacionales. Ya se sabe: una serie de códigos de conducta y acuerdos voluntarios sobre derechos laborales y ambientales que las grandes corporaciones prometieron cumplir, pero nunca fueron más que campañas comunicativas destinadas al greenwashing. La catástrofe del Rana Plaza vino a evidenciar, a ojos de todo el mundo, un secreto a voces: las normas voluntarias no sirven para controlar a todas las multinacionales que, para sostener cada año el incremento de sus beneficios, no paran de empujar a la baja los derechos humanos.
También hoy, tras cuatro años de negociaciones, se vota en el pleno del Parlamento Europeo el texto definitivo de la directiva de diligencia debida. Tras su aprobación, este 24 de abril volverá a ser calificado por la mayoría de partidos, ONG y sindicatos progresistas como "un día histórico frente a la impunidad de las multinacionales", como una victoria que hará que nunca más vayan a producirse hechos como el del Rana Plaza. A nuestro entender, sin embargo, lejos de la lectura triunfalista que hace la gran mayoría de la izquierda institucional —y mucho más lejos aún de quienes, a la derecha del arco parlamentario, insisten en que no se pueden establecer normas para controlar a los agentes del mercado porque supuestamente son los mayores generadores de crecimiento, riqueza y desarrollo—, no hay nada que celebrar con la aprobación de esta normativa europea. Aquí lo argumentamos, a modo de tesis, en diez puntos.
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