03/02/202403/02/2024

Rango, dirigida por Gore Verbinsky en 2011, es una de las mejores y más ambiciosas películas de animación de los últimos 20 años. Un prodigio de western crepuscular y posmoderno en el que un camaleón con crisis de personalidad perdido en el desierto llega a un pueblo llamado Dirt (Barro), dónde se convierte casi por casualidad en sheriff del lugar. La característica que define a Dirt es la sequía.

La falta de agua es lo que estructura la vida social y el poder en Dirt. Una alianza entre las instituciones públicas, la banca y los negocios privados que mantienen al pueblo sometido a sus designios. En Rango, sin embargo, lo que se nos describe es una estafa. Hay agua, sólo que se le está negando a la población. Hay, incluso, enormes campos de golf y gigantescas tuberías.

En España hay y habrá sequía. La sequía la produce el cambio climático, conviene recordarlo ahora que los negacionistas se han convertido en retardistas y nos dicen que las amenazas no son urgentes y que en ningún caso dependen de lo que hagamos YA.

La sequía está vinculada al cambio climático, pero el acceso al agua no depende del cambio climático, sino de la gestión del agua. Esta diferencia que parece menor, casi lingüística, no es menor. Quién y cómo decide la manera en que gestionamos el agua es una de las cuestiones que el cambio climático pone encima de la mesa. Lo hace también con otras cuestiones, pero la del agua es especialmente importante para la reproducción de la vida a muchos niveles.

Siempre me ha llamado la atención que el Canal de Isabel Segunda, empresa pública madrileña gestionada en general con criterios de empresa privada (y con notables casos de corrupción y perversión de su uso en el ciclo alcista de la corrupción madrileña) ha mantenido la sana costumbre de hacer campañas pidiendo un uso responsable del agua. Eso es algo que, por ejemplo, no caracteriza a las empresas privadas de agua embotellada.

La cuestión de la sequía ha vuelto a poner de relieve que en el mundo presente los defensores del neoliberalismo están entrando en fase de necrosis. El orden social que nos presenta Rango, el de una cooperación público privada en la que lo público está al servicio de los intereses y el orden social de lo privado, tiene cada vez heridas más profundas.

La experiencia de la covid ya nos dejó claro que dejarle al mercado la gestión de la salud era malo para la salud. Prueba de ello es tanto los gigantescos éxitos de nuestro sistema público de salud, pero también las enormes dificultades del mismo con tramos importantes convertidos en fuente de negocio privado. Hablo de residencias de mayores, atención primaria y ciertas especialidades hospitalarias.

Las vacunas, por ejemplo, son un buen ejemplo de una cooperación público-privada en la que lo público no se pone al servicio de, sino que orienta, dirige y pone normas para garantizar el acceso universal a las mismas (Con límites sin duda, pero límites que se basan en la falta de poder público frente al poder privado y no al revés).

La sequía es la covid del agua. La defensa del agua compete por tanto a un estado cuyo futuro es orientar y dirigir el acceso a los servicios básicos y su cuidado y reproducción. Cuando hablamos de transición ecológica justa estamos hablando ni más ni menos que de eso, de un estado presente y bien articulado (por tanto flexible) que prioriza usos del agua limitando otros y poniendo normas. Rango nos muestra que dónde hay una familia con dificultades suele haber cerca un campo de golf con privilegios.

Y al igual que en el caso de la covid, una gran ambición transformadora es el principio pragmático y conservador. Lo imprudente es poner parches. La prudente es reordenar los usos del agua y garantizar la subsistencia de todos los sectores afectados por las decisiones. Un principio básico para que haya solidaridad entre sectores y territorios es garantizar los derechos comunes de forma igualitaria con medidas de protección social, industrial y en materia de empleo. De nuevo, el ejemplo de los ERTE o el Escudo Social de la covid es inspirador.

Frente a este discurso hay otro que hoy encabeza en España la extrema derecha y – por contagio – el Partido Popular, que es el de ese necroliberalismo en el que objetivo es garantizar que el modo de vida de una minoría no se vea afectado por las necesidades de la mayoría. Eso sólo se puede conseguir debilitando más la sociedad y a las instituciones públicas. Es decir, haciendo más vulnerable la herramienta que puede sacarnos de este atolladero.

Esa forma de funcionamiento también tiene un buen ejemplo fílmico en la descomunal Mad Max Fury Road, en la que el oligarca post-apocalíptico Inmortan Joe escenifica su poder abriendo y cerrando el grifo del agua ante una población hambrienta.

La gran lección de Rango, que es la gran lección de Mad Max Fury Road, es que no existe un lugar "afuera" de este problema. Furiosa, la heroína de la película, empieza la misma escapando de Inmortan con el objetivo de llegar a una tierra prometida, un vergel utópico que pronto descubre que ya no existe y que la pelea por el agua debe darse allí dónde esta el poder real. Que la utopía no es un lugar, lejos y fuera, sino un proceso de conflicto y democratización.

Rango por su parte descubre que la única solución al problema de Dirt es hacer que el agua disponible llegue a todo el mundo. Y que sólo cuando el agua llega a todo el mundo estamos en condiciones de tomar medidas para que la cantidad de agua disponible sea cada vez mayor.

Vaya, que no hay paraísos privados.

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Rango en el desierto. La sequía es la covid de España

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03.02.2024

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Rango, dirigida por Gore Verbinsky en 2011, es una de las mejores y más ambiciosas películas de animación de los últimos 20 años. Un prodigio de western crepuscular y posmoderno en el que un camaleón con crisis de personalidad perdido en el desierto llega a un pueblo llamado Dirt (Barro), dónde se convierte casi por casualidad en sheriff del lugar. La característica que define a Dirt es la sequía.

La falta de agua es lo que estructura la vida social y el poder en Dirt. Una alianza entre las instituciones públicas, la banca y los negocios privados que mantienen al pueblo sometido a sus designios. En Rango, sin embargo, lo que se nos describe es una estafa. Hay agua, sólo que se le está negando a la población. Hay, incluso, enormes campos de golf y gigantescas tuberías.

En España hay y habrá sequía. La sequía la produce el cambio climático, conviene recordarlo ahora que los negacionistas se han convertido en retardistas y nos dicen que las amenazas no son urgentes y que en ningún caso dependen de lo que hagamos YA.

La sequía está vinculada al cambio climático, pero el acceso al agua no depende del cambio climático, sino de la gestión del agua. Esta diferencia que parece menor, casi lingüística, no es menor. Quién y cómo decide la manera en que gestionamos el agua es una de las cuestiones que el cambio climático pone encima de la mesa. Lo hace también con otras cuestiones, pero la del agua es especialmente importante para la reproducción de la vida a muchos niveles.

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