Decía Krishnamurti que cuando el hombre se ha convertido en un ser de segunda mano, la utilización de su libertad consiste únicamente en una libre expresión de su sensualidad. El amor se transmuta entonces en placer y deseo, perdiendo su auténtico sentido.

El goce sensual es el que ordena, encadenando poco a poco al individuo, hasta llegar a un punto en que, éste, es ya el único que manda sobre nosotros, esclavizándonos, paradójicamente, en nombre de la manida libertad.

Las desenfrenadas exageraciones del placer son el resultado de la conformidad entre lo moral y lo intelectual, un raro engendro cuyo resultado siempre es equívoco. Cuando la mente no es libre, sino que está esclavizada por el placer, entonces es cuando la sensualidad se convierte en el factor desencadenante de la corrupción, la plaga de nuestros días.

El espectáculo organizado, religioso o comercial, contribuye a la inmoralidad social y personal. Entonces el individuo, deja de sentirse responsable, al actuar dentro de los ámbitos costumbristas que le rodean. El placer, el miedo y la violencia, marchan siempre juntos. Son los inseparables compañeros de un eterno viaje a «la nada absoluta».

El placer no es la felicidad, aunque a veces, sólo a veces, lo pueda parecer. El placer, tarde o temprano, acaba generando dolor, aunque hay a quien le gusta e inclusive paga por ello.

El mundo físico es un péndulo dual.

Cuando más impulso tenga hacia el placer, con más fuerza retornará hacia el dolor. No hay placer sin dolor, ni dolor sin placer.

El amor, el auténtico amor, es otra cosa, algo que va más allá del puro sonido que produce su palabra, aquella que lo nombra, pero que es incapaz de abarcarlo. El amor nunca nace del pensamiento, sino que es hijo del sentimiento más profundo, aquel que se arraiga en la parte oculta de la deidad que todos tenemos, habitualmente, amordazada.

El amor es silencio pleno que rebosa eso, amor, todo lo demás es placer y dolor, miedo y violencia, perversión y divismo.

QOSHE - El péndulo - Antonio Gil-Terrón Puchades
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El péndulo

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16.04.2024

Decía Krishnamurti que cuando el hombre se ha convertido en un ser de segunda mano, la utilización de su libertad consiste únicamente en una libre expresión de su sensualidad. El amor se transmuta entonces en placer y deseo, perdiendo su auténtico sentido.

El goce sensual es el que ordena, encadenando poco a poco al individuo, hasta llegar a un punto en que, éste, es ya el único que manda sobre nosotros, esclavizándonos, paradójicamente, en nombre de la manida libertad.

Las desenfrenadas........

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