Hay quien dice que el amor es una copa de vino que nunca se debería vaciar. Una copa llena a rebosar que hay que beber despacio, saboreando todo el placer y dolor que da el amor cuando aún está.
Una copa que ha ahogado a muchos amantes principiantes, al pensar, tal vez acertadamente, que el amor hay que disfrutarlo hasta vaciarlo, antes que la vida te lo pueda quitar.
Hay quien dice que el amor es como un corazón que por miedo a tropezar y caerse, nunca aprendió a bailar…, terminando solo, sentado a luz de la Luna, viendo los años pasar.
Hay quien dice que el amor es como aquel sueño del que por temor a que terminase, nunca quisiste despertar, quedando tan solo en un sueño dormido y sin alas que nunca pudo volar en el mundo real.
Yo digo que el amor es como la semilla de una flor que, por el desamor conmovido, sembró Dios al pasar, y que en este momento, bajo la nieve del desafecto, espera la llegada de una nueva primavera, para poder germinar.
En otra vida; en otro cuerpo; en otro lugar.