“Tu inicias tú vida aparcado en una guardería y la terminas abandonado en una residencia de ancianos. Durante todo ese tiempo te han programado para que trabajes y consumas hasta tú muerte”

“Trabaja, paga y calla” es el lema con el que nos han marcado a fuego. Nuestro logotipo bien podría ser una persona tras los barrotes de un código de barras.

En muy poco tiempo, los seres humanos llevaremos intradérmicamente implantado un código de barras destinado a pagar electrónicamente cualquier consumo realizado. En ese momento el hombre podrá ser considerado un prisionero del consumo cuya imagen será un hombre tras las rejas de un código de barras.

No contentos con los gastos que nos imponen en el Black Friday antes de Navidad, los que nos dicen debemos hacer en Navidad, los que debemos continuar haciendo en Reyes; nuestro nuevo dios, ese dios llamado Consumo sobre el que se sostiene el sistema, nos recuerda con las rebajas de enero que debemos entregarnos a él durante otros dos meses. Todo aquel que no participe en el aquelarre del consumismo en honor del dios Consumo, será excomulgado y, apartándolo del sistema, marginado.

Esta sociedad, que ha alcanzado las más altas cotas de tiempo libre, no sabe gastar ese tiempo de otra forma que, consumiendo; consumiendo cualquier cosa, aunque ya la posea. Y es así porque no conoce otra forma más estúpida ni más inútil en que gastar su tiempo libre.

Tyler Durden, personaje de la película “El club de la lucha” interpretado por Brad Pitt dice en uno de los momentos del filme: “Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos”.

Hoy la religión que ha sustituido a todas las religiones se la conoce con el nombre de Consumismo, a los fieles con el nombre de consumidores y a sus templos con el nombre de centros comerciales. Estos, imitando las catedrales de antaño, tienen una nave central y a los costados diferentes capillas, diferentes capillas dedicadas a los diferentes elementos que debemos consumir. Así, al igual que en las catedrales cada capilla estaba dedicada a un santo o personaje relevante y carismático de la religión correspondiente, las capillas de los centros comerciales están dedicadas a los diferentes objetos que podemos consumir. En los últimos años estas capillas han sido embutidas en el Internet de forma que los fieles consumistas no tengan ni siquiera que salir de sus casas para cumplir con el rito que han de rendir a su dios Consumo. Y con la llegada de la inteligencia artificial esto va a ser el sustituto de todo aquello que el hombre tenía para llenar su tiempo libre, desde los paseos por el campo hasta la apacible lectura de un buen libro. ¡Consumir, consumir malditos!

La jornada de cuatro días a la semana tan impulsada últimamente y que las empresas no ven mal no está pensada para que el trabajo no nos impida disfrutar de más libertad, sino para que tengamos más tiempo libre. El tiempo libre añadido con un día más de no trabajo, será un día más de consumo de bienes, servicios y gilipolleces varias que, para nada sirven ni nada nos aportan, a más de tener ya todos los trasteros propios y alquilados repletos de las mismas cosas que vamos de nuevo a comprar para arrumbarlas en el fondo de armario y en los trasteros. ¡Un día más sin trabajar, un día más para consumir! ¡El dios Consumo, ese gran hermano que se preocupa por los fieles ciudadanos, te da un día más para que, cumpliendo con los dogmas del consumismo, esa religión de espanto, hagas realidad tus estúpidos sueños consumistas!

De niños a la guardería, de ancianos a la residencia y en el espacio de años comprendidos entre ambos destinos, trabajar y consumir hasta tu muerte. No me digan que no es una vida plena y maravillosa.

MAROGA

QOSHE - «La jornada de cuatro días y el consumismo» - Manuel Del Rosal
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«La jornada de cuatro días y el consumismo»

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02.01.2024

“Tu inicias tú vida aparcado en una guardería y la terminas abandonado en una residencia de ancianos. Durante todo ese tiempo te han programado para que trabajes y consumas hasta tú muerte”

“Trabaja, paga y calla” es el lema con el que nos han marcado a fuego. Nuestro logotipo bien podría ser una persona tras los barrotes de un código de barras.

En muy poco tiempo, los seres humanos llevaremos intradérmicamente implantado un código de barras destinado a pagar electrónicamente cualquier consumo realizado. En ese momento el hombre podrá ser considerado un prisionero del consumo cuya imagen será un hombre tras las rejas de un código de barras.

No contentos con los gastos que nos imponen en el Black Friday antes de Navidad, los que nos dicen debemos hacer en Navidad, los que debemos continuar haciendo en Reyes; nuestro nuevo dios, ese dios llamado Consumo sobre el que se sostiene el sistema, nos recuerda con las........

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