Desde agosto del año pasado la destrucción de trabajos y el aumento del desempleo han deteriorado el bienestar de miles de colombianos. Esta mala situación económica, la ‘estanflación’, exige medidas urgentes.

Lo primero, es detectar los vientos de cola y usarlos. Tuvimos suerte en que El Niño se moderó en marzo y que llovió fuerte a finales de abril. Con eso y la conexión de proyectos de generación solar y eólica superamos la crisis. Hizo bien la Creg al eliminar los (tardíos) aumentos de precios de la energía, que habrían afectado ya sin necesidad la inflación y la competitividad (la medida operó siete días).

En este sector hay que persistir en la gestión de los proyectos de transición energética -de generación y transmisión- y acelerar la inversión en exploración en gas y petróleo: la clave aquí es que Ecopetrol y sus empresas ejecuten con celeridad, transparencia y eficiencia los recursos de inversión, sin desviarlos a proyectos-promesa.

También tenemos suerte con la bonanza de precios de frutas, café, cacao, petróleo y carbón. Allí el Gobierno lo que debe hacer es no hacer daño: impulsar medidas para facilitar exportaciones y eliminar medidas de protección, directas y camufladas.

En segundo lugar, ejecutar el gasto con inteligencia: si bien las alforjas están llenas, hay que eliminar el desfinanciamiento de la salud y energía pagando las millonarias sumas que debe la Nación a EPS y distribuidoras, y recomponer el presupuesto para ponerle plata a los programas que han funcionado en el pasado.

En superación de la pobreza asegurar la continuidad en pagos de Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Adulto Mayor, como lo ha hecho Bogotá, sin parar para reformar. En vivienda hay que modificar las decisiones que bloquean el flujo de subsidios e impiden el cierre financiero para muchas familias, compensando las adversas condiciones de tasa de interés. En infraestructura hay que reiniciar la concesión de proyectos de quinta generación y remover obstáculos, en licencias y consultas, con decisiones antes de cada plazo.

La redistribución del presupuesto debe castigar programas-promesa (como en ministerio de igualdad o agricultura) y fortalecer los de construcción de paz, ciencia y tecnología y educación, revirtiendo su desfinanciamiento: las obras y proyectos en las regiones PDET, los créditos subsidiados y condonables a la demanda del Icetex, programas de formación y de jóvenes investigadores y programas estratégicos del ministerio de Ciencia, pueden reactivarse en semanas y generar en cuestión de meses miles de empleos de calidad.

Lo tercero y más importante es no persistir en reformas recesivas que destruyen empleo: las de salud, educación, pensional y laboral, tienen todas medidas que destruyen trabajos y desincentivan su creación, pues frenan la inversión privada. La alternativa es que el Gobierno persista en gobernar con esta regresiva agenda de reformas, con lo que tendremos una recuperación famélica, impulsada sólo por la suerte, que puede desvanecerse de improviso.

JORGE RESTREPO
Profesor de economía, Universidad Javeriana.
X: @jorgearestrepo