El desprecio de la complejidad conduce a las soluciones simplistas. Pero, por lógica elemental, no hay soluciones fáciles a problemas complejos.

Estamos enfrentando desafíos enormes. Ningún país del planeta ha logrado resolver el reto de financiar los gastos en salud de poblaciones que envejecen y cuyo costo de atención es cada vez más elevado.

Tampoco es evidente conciliar la necesaria transición energética con la realidad de un modelo productivo que ha estado centrado en una matriz de energía diferente. No es fácil enfrentar problemas como los efectos de El Niño y los impactos sobre posibles racionamientos de agua y energía. No es sencillo erradicar el narcotráfico, reducir la desigualdad, mejorar la calidad de la educación, incrementar la productividad o mejorar la eficiencia del gasto público.

Muchos recordamos a Hugo Chávez en sus interminables programas de televisión cuando ordenaba nacionalizaciones y confiscaciones a diestra y siniestra creyendo que con ello solucionaba los problemas. Lo único que hacía era agravarlos. Es cierto que la complejidad incomoda a quienes están hinchados de ideología y a los que tienen actitudes maniqueas. Ello les impide aceptar que las cosas no son necesariamente como ellos las ven. Presos de su visión, no pueden ceder pues estarían aceptando que el otro puede tener una parte de razón.

El debate sobre la reforma a la salud ha sido un buen ejemplo de desprecio de la complejidad. Es difícil encontrar un tema de política pública más complejo.

Algunos piensan que la salud debe ser gratuita, lo que implica que debe ser financiada por los impuestos. La experiencia de los países europeos y de Canadá confirma que la nacionalización del sistema de salud es un barril sin fondo con todos los elementos asociados a la burocratización de la atención médica.

El modelo estadounidense de aseguramiento privado también es inconveniente pues el sistema implica costos elevados para los que pueden asegurarse y una atención muy deficiente para quienes no tienen los recursos para contar con un seguro de calidad. El modelo colombiano no es perfecto, pero obtuvo, en un tiempo muy breve, una tasa de cobertura universal, algo que los países avanzados tardaron muchas más décadas en lograr. Tiene problemas serios como el desequilibrio financiero creciente entre el régimen subsidiado y el contributivo asociado, en muy buena medida, a la altísima tasa de informalidad laboral. También está claro que hay corrupción y que el control de costos es deficiente como resultado de una excesiva generosidad de las sentencias judiciales.

Los colombianos saben que el sistema de salud no es perfecto, pero lo valoran positivamente como lo reflejan las encuestas. Saben que un sistema público será mucho peor.

¿Por qué la terquedad de querer destruir lo que existe? ¿Por qué poner en peligro la vida de los ciudadanos? ¿Por qué despreciar la complejidad?

Miguel Gómez Martínez
Decano de Economía, Universidad del Rosario.
migomahu@gmail.com

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Desprecio de la complejidad

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10.04.2024

El desprecio de la complejidad conduce a las soluciones simplistas. Pero, por lógica elemental, no hay soluciones fáciles a problemas complejos.

Estamos enfrentando desafíos enormes. Ningún país del planeta ha logrado resolver el reto de financiar los gastos en salud de poblaciones que envejecen y cuyo costo de atención es cada vez más elevado.

Tampoco es evidente conciliar la necesaria transición energética con la realidad de un modelo productivo que ha estado centrado en una matriz de energía diferente. No es fácil enfrentar problemas como los efectos de El Niño y los impactos sobre posibles racionamientos de agua y energía. No es sencillo erradicar el narcotráfico, reducir la desigualdad, mejorar la calidad de la educación,........

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