Un subsidio es como una bomba de tiempo: el problema no es ponerla sino desactivarla. Manipular los produce aplausos de corto plazo que se convierten en dolores de cabeza.

Con mucho coraje y firmeza, el actual Gobierno asumió la delicada tarea de desmontar el subsidio al precio de la gasolina. El mecanismo, creado en 2007, buscaba evitar que la volatilidad del precio internacional del crudo repercutiera sobre el precio en la estación de servicio. Cuando el precio subía el aumento era menor al que debía registrarse, pero cuando bajaba el precio no se reducía en la misma proporción. Las alzas no eran tan drásticas, pero tampoco eran tan importantes los descensos cuando el precio era más atractivo para el usuario.

La idea era buena y técnicamente manejable, pues se suponía que el Fondo de Estabilización del Precio del Combustible (FEPC) acumulaba en el período de precios bajos para subsidiar en la fase de precios elevados y que su impacto fiscal sería neutro.
Pero entra la tentación del subsidio y la política.

Cuando el precio del petróleo bajaba, los gobiernos querían ganar puntos de popularidad y la presión para mayores reducciones era grande. Y cuando subía se hacía un aumento menor al necesario. El fondo entonces acumulaba un déficit que se cubría con recursos del presupuesto.

Desde el 2007, sólo en el 2020, en el primer año de la pandemia, el FEPC generó un pequeño excedente. El gobierno Duque, muy debilitado en su popularidad, tomó la decisión de no realizar los aumentos necesarios en el precio de la gasolina y el déficit se disparó por encima de los 25 billones de pesos para el año 2022. Le dejó al gobierno siguiente la costosa tarea de ajustar el precio interno y cerrar la brecha.

La política del Gobierno actual es coherente con su posición contraria al uso de combustibles fósiles y en favor de reducir el impacto ambiental.

Al Gobierno le resta entonces la dura tarea de nivelar el precio del ACPM, determinante para el costo del transporte, que no se ha corregido hasta el momento, pues el impacto sobre la inflación sería considerable.

Todo apoyo indefinido genera distorsiones cuyo costo fiscal termina siendo insostenible. Los subsidios son instrumentos muy difíciles de calibrar. Deben ser temporales y muy focalizados.

Por lo general, su justificación es válida, pero sus resultados pueden ser contradictorios, como el caso del precio del SOAT cuyo descuento no ha reducido la evasión de este seguro obligatorio, pero agrava la situación financiera del sistema de salud.
Los subsidios son una trampa que los gobiernos quieren dejarle a otros para que asuman los costos políticos y presupuestales de desmontarlos.

***
Coletilla: el Emisor hace bien en mantener una política prudente en materia de intereses. La inflación no ha sido derrotada y el verano puede traer sorpresas.

MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
​Decano de Economía
migomahu@gmail.com

QOSHE - La trampa - Miguel Gómez Martínez
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La trampa

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07.02.2024

Un subsidio es como una bomba de tiempo: el problema no es ponerla sino desactivarla. Manipular los produce aplausos de corto plazo que se convierten en dolores de cabeza.

Con mucho coraje y firmeza, el actual Gobierno asumió la delicada tarea de desmontar el subsidio al precio de la gasolina. El mecanismo, creado en 2007, buscaba evitar que la volatilidad del precio internacional del crudo repercutiera sobre el precio en la estación de servicio. Cuando el precio subía el aumento era menor al que debía registrarse, pero cuando bajaba el precio no se reducía en la misma proporción. Las alzas no eran tan drásticas, pero tampoco eran tan importantes los descensos cuando el precio era más atractivo para el usuario.

La idea........

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