Culmina otro mandato de la ciudad sin que sus problemas estructurales se resuelvan. La ciudad no logra frenar el deterioro de su calidad de vida. La alcaldesa cierra su gestión en medio de una costosísima campaña en los medios, resaltando los avances obtenidos en su mandato.

Hay que abonarle a Claudia López que su período estuvo marcado por la pandemia y su gestión en ese campo no fue mala. Un activo importante es que su período no tuvo grandes escándalos de corrupción ni se asemeja a las cleptocracias que gobernaron en Medellín y Cali. A su haber está la férrea defensa del proyecto del metro frente a un presidente, que fue el peor alcalde que la ciudad recuerde, y que quería caprichosamente imponer su punto de vista por encima de la opinión de los expertos y los bogotanos.

Pero la ciudad también ha retrocedido en varios temas fundamentales.

Para ser una alcaldesa del partido verde su balance ambiental es muy pobre. La ciudad es un completo muladar. Las basuras se amontonan día tras día. Debajo de cada puente hay basureros que ya no son informales. Los canales de aguas lluvias están llenos de mugre con las consecuencias que ello trae en momentos de invierno. Bogotá está sucia como nunca antes y la alcaldesa parece no reconocer que la basura es contaminación.

Han vuelto las ratas que se observan a plena luz del día. No hay un muro libre de horrendos grafitos. La UAESP es un fracaso total y es evidente que en este punto retrocedimos décadas.

En seguridad volvieron los asaltos masivos a restaurantes, buses de transporte público y en los semáforos. El miedo es permanente en muchos barrios de la ciudad entregados al hampa donde la policía ni siquiera simula su presencia. Hay sicariato, microtráfico y bandas sofisticadas de extorsión que han desbordado a las autoridades. Por un celular puede uno perder la vida. También en esto estamos peor que hace cuatro años.

En el espacio público no hay gestión. La carrera séptima es un intransitable bazar.

Ningún andén de la ciudad está libre de ventas de arepas, forros de celulares, gafas, artesanías, camisetas de la selección y lo que uno pueda imaginar. La Candelaria, donde abundan turistas extranjeros, es una vergüenza: sucia, los andenes destrozados, los huecos en las calles, la numerosa indigencia y las paredes deterioradas. Con muy poco dinero se podría recuperar una zona que, a pesar de sus problemas, podría ser un centro de atracción de la ciudad.

Y están las obras interminables. La ciudad en una tela verde continua donde no se ven obreros trabajando. Reconstruir un sencillo andén puede tardar meses de incomodidades para la ciudadanía. El metro será un suplicio eterno.
En Bogotá suben los impuestos y baja la calidad de vida.

Miguel Gómez Martínez
Decano de Economía Universidad del Rosario
migomahu@gmail.com

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Lamento bogotano

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13.12.2023

Culmina otro mandato de la ciudad sin que sus problemas estructurales se resuelvan. La ciudad no logra frenar el deterioro de su calidad de vida. La alcaldesa cierra su gestión en medio de una costosísima campaña en los medios, resaltando los avances obtenidos en su mandato.

Hay que abonarle a Claudia López que su período estuvo marcado por la pandemia y su gestión en ese campo no fue mala. Un activo importante es que su período no tuvo grandes escándalos de corrupción ni se asemeja a las cleptocracias que gobernaron en Medellín y Cali. A su haber está la férrea defensa del proyecto del metro frente a un presidente, que fue el peor alcalde que la ciudad recuerde, y que quería caprichosamente........

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