Signo de los tiempos confusos y contradictorios que vivimos es la proliferación de escenarios con opciones indeseables. Parece como si estuviésemos obligados a escoger entre alternativas que tienen demasiados inconvenientes y que no producen ni tranquilidad ni confianza.

La guerra entre Rusia y Ucrania es uno de esos temas. Luego de dos años de horror, ni Rusia ha ganado la guerra ni Ucrania la ha perdido. La presión internacional ni ha doblegado a Putin ni los europeos han podido asumir un papel real en el apoyo a Zelensky.

Es la peor de las coyunturas en la que los muertos aumentan sin que la guerra parezca tener un final.
Algo similar sucede con Israel y Gaza. Ni se puede aceptar el recurso al terrorismo de Hamas contra los israelís ni tampoco es aceptable el exterminio de la población palestina por parte del ejército judío en ese enclave territorial. La paz está más lejos que nunca y lo que hoy sucede demuestra la irracionalidad de unas posiciones que sólo producen más sufrimiento.

Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos son otro escenario indeseable. Ni Trump ni Biden parecen estar a la altura del reto de liderazgo necesario. Donald Trump ha demostrado hasta la saciedad que es un político sin límites ni escrúpulos. Sus numerosos escándalos y problemas legales confirman una tendencia pasar por encima de la ley.

En la otra esquina, Joe Biden es un presidente sin carisma ni carácter. En su período hay muy pocas realizaciones y una larga lista de fracasos dentro de los cuales, haber hecho posible un segundo mandato de Trump, es el más grave de todos.

En Colombia ni queremos ser Venezuela ni aspiramos a ser gobernados por un Milei. Sabemos que los modelos que estatizan son inviables porque el clientelismo y la corrupción los devora.

Pero también hemos aprendido que la competencia sin un mínimo de supervisión tiende a los oligopolios que no garantizan el bienestar común. El debate de reforma a la salud ha demostrado que la opinión pública no apoya el esquema del Gobierno porque sabe que fracasará.

Lo que estamos viviendo está en el eje de la crisis del modelo democrático.

Las redes han empoderado a figuras cuyos planteamientos extremos impiden un pensamiento racional. La complejidad de las temáticas actuales requiere conocimiento profundo al igual que políticas públicas estructuradas y de largo plazo.

El populismo, de derecha y de izquierda, hace creer que existen opciones milagrosas que con una varita mágica harán desaparecer los problemas. El simplismo es, por definición, falso pues ninguna obra humana es perfecta. La democracia, para sobrevivir, tiene que aceptar que nunca será un modelo ideal.
Ni hay soluciones fáciles ni son perfectas.

***
Coletilla: el anuncio de la posibilidad de una constituyente es otra señal que incrementa la incertidumbre y frenará la reactivación de la economía.

MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
​Decano de Economía Universidad del Rosario.
migomahu@gmail.com

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20.03.2024

Signo de los tiempos confusos y contradictorios que vivimos es la proliferación de escenarios con opciones indeseables. Parece como si estuviésemos obligados a escoger entre alternativas que tienen demasiados inconvenientes y que no producen ni tranquilidad ni confianza.

La guerra entre Rusia y Ucrania es uno de esos temas. Luego de dos años de horror, ni Rusia ha ganado la guerra ni Ucrania la ha perdido. La presión internacional ni ha doblegado a Putin ni los europeos han podido asumir un papel real en el apoyo a Zelensky.

Es la peor de las coyunturas en la que los muertos aumentan sin que la guerra parezca tener un final.
Algo similar sucede con Israel y Gaza. Ni se puede aceptar el recurso al terrorismo de Hamas contra los........

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