Quiero empezar 2024 pensando que en las tres décadas por venir podemos lograr una Colombia Grande, con mayúscula.

Si, ahora, en la que sea posiblemente nuestra mayor crisis democrática e institucional desde los desafueros narcóticos de Ernesto Samper y uno de los peores momentos de nuestra República, es cuando convocamos a los colombianos a imaginar un país diferente, un país grande.

No una ensoñación marxista plagada de falsas utopías, de enemigos y demonios para sostener artificiosamente la lucha de clases, miserable y mendicante ante la comunidad internacional, cuyo liderazgo regional solo consiste en re-encauchar dictadores y corruptos, que aspira a entregarle el territorio a los intereses del narcotráfico, que no le importa dejar nuestros niños en manos de la perversa mediocridad de Fecode, acabando la productividad nacional y condenando al subempleo y al mal vivir, en inseguridad y pobreza, a la mayoría bajo el eufemismo y la exaltación de la “economía popular”, claudicación ante la ignorancia y la destrucción del empresariado propiciada por la izquierda que la promueve.

Tampoco esa visión mediocre y resignada de nuestros líderes de lustros y sus mandarines del poder que, untados de pragmatismo político y flexibilidad moral, han navegado los ríos perversos de la mala política con la mala excusa de que es mejor tranzar con la corrupción, proteger los intereses especiales y lograr poco que no lograr nada. Esa clase política que desde la Constitución del 91 continuó la expansión fiscal y el crecimiento del Estado sin buscar ni lograr el fortalecimiento de los entes territoriales o la profesionalización de los servidores públicos. No nos interesa esa Colombia que ha vivido de triunfos de papel, vigentes mientras dura el calor de la publicidad oficial, esa Colombia de excusas para la imprevisión, la improvisación y la corrupción, que no mide los resultados de sus políticas públicas ni las cambia para mantener las cuotas de poder y granjearse fácilmente el favor popular, prefiriendo siempre la ruta fácil a la construcción de procesos y estructuras fuertes y perdurables.

¡Necesitamos una nueva visión! Una que retome elementos de valor de nuestro pasado remoto y experiencias y aprendizajes de las últimas décadas que dejan conclusiones importantes respecto de objetivos de valor y cómo lograrlos.

Una visión que parta de la premisa de que Colombia sí puede y debe derrotar todas las formas organizadas de violencia, criminales o de las cínicas banderas marxistas de las guerrillas de siempre.

Una Colombia que anteponga a todo la búsqueda de la justicia pronta, transparente y efectiva para el ciudadano del común, el empresario y quien sufra de la arbitrariedad estatal y que aborde de manera rotunda, rápida y disuasiva la lucha contra la industria del homicidio y la de la corrupción. Al costo que sea, debemos dotar nuestro sistema de suficientes jueces, fiscales e investigadores en propiedad, comprometidos mediante la exigente preparación y selección y una muy buena remuneración, dotados de los recursos físicos y de la tecnología más avanzados y respaldados por un sistema carcelario ampliado y robusto que rompa el mito de la impunidad que nos carcome. Un país que convoque a sus mejores abogados, investigadores y policías en retiro para romper la insostenible tradición de impunidad.

Una Colombia que atraiga una nueva avalancha de inversión privada nacional e internacional no sobre la base de rentas atadas, de intereses coyunturales o gabelas, sino con base en una tasa de renta empresarial fija y competitiva en las fronteras del 20%, sin impuesto al patrimonio, con un régimen tributario simplificado, un régimen laboral ampliamente flexibilizado libre de ataduras anacrónicas, el fortalecimiento de la educación privada y el compromiso nacional con un mega plan de infraestructura primaria, segundaria, terciaria y multimodal que comprometa una parte importante de lo que hoy desperdiciamos en ineficaces subsidios en la generación de empleo y competitividad y sea destino específico de crecientes regalías mineras y petroleras. Una Colombia exportadora de valor agregado que por fin materialice la eterna promesa vacía de la buena ubicación.

Una Colombia que deje de ser incordio y hazmerreír en el concierto de las naciones, que encuentre y defina con contundencia y altura su interés nacional liderando, ante todo, con decisión y acción el concepto de una Venezuela Libre y que, en el marco del verdadero interés nacional anteponga todos los medios para mantener su soberanía en el Caribe y sus fronteras, que lidere mundialmente el debate sobre el tráfico de estupefacientes y lucha contra el crimen organizado con base en acciones coherentes y concertadas y anteponiendo la prevención como política de estado y cerrando las puertas a la trivialización del consumo y a la degradación de nuestros jóvenes y adultos adictos.

Una Colombia que adopte de manera definitiva y permanente, como razón de Estado, la defensa de la democracia frente a los ataques a su integridad desde el terrorismo armado y que rechace y condene toda acción política que legitime, de cualquier forma, la violencia política y el terrorismo.

Una Colombia adonde los colombianos quieran retornar y de donde nadie desee emigrar.

QOSHE - Grande o miserable - Enrique Gómez
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Grande o miserable

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15.01.2024

Quiero empezar 2024 pensando que en las tres décadas por venir podemos lograr una Colombia Grande, con mayúscula.

Si, ahora, en la que sea posiblemente nuestra mayor crisis democrática e institucional desde los desafueros narcóticos de Ernesto Samper y uno de los peores momentos de nuestra República, es cuando convocamos a los colombianos a imaginar un país diferente, un país grande.

No una ensoñación marxista plagada de falsas utopías, de enemigos y demonios para sostener artificiosamente la lucha de clases, miserable y mendicante ante la comunidad internacional, cuyo liderazgo regional solo consiste en re-encauchar dictadores y corruptos, que aspira a entregarle el territorio a los intereses del narcotráfico, que no le importa dejar nuestros niños en manos de la perversa mediocridad de Fecode, acabando la productividad nacional y condenando al subempleo y al mal vivir, en inseguridad y pobreza, a la mayoría bajo el eufemismo y la exaltación de la “economía popular”, claudicación ante la ignorancia y la destrucción del empresariado propiciada por la izquierda que la promueve.

Tampoco esa visión mediocre y resignada de nuestros líderes de lustros y sus mandarines del poder que, untados de pragmatismo político y flexibilidad moral, han navegado los ríos perversos de la mala política con........

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