Claro que todos podemos cambiar de opinión. Finalmente, una de las definiciones que más me gusta de locura es hacer lo mismo esperando un resultado diferente. Sin embargo, en el caso de Gustavo Petro y su actitud frente a los empresarios del país, permítanme apartarme del sentimiento masivo de desbordado positivismo.

La verdad es que el presidente detesta a los empresarios. Su actitud frente a la empresa privada ha sido clara desde el principio. No solamente durante campaña y lo que va de su gobierno no ha perdido oportunidad para insultar a los que construyen capital privado, sino que también formó parte de una organización terrorista que tenía entre sus objetivos fundacionales acabar con el establecimiento empresarial.

El odio del jefe de Estado a los empresarios ha quedado impreso en varias oportunidades en sus propias declaraciones en redes sociales, en las que los ha calificado como explotadores, manipuladores, generadores de pobreza y culpables de los males del país. El presidente se ufana de ser un seguidor de Mazzucato, una controvertida economista venida a más en estas tierras, que cree que el crecimiento de las naciones se debe al Estado y que, por lo tanto, este merece mucho más reconocimiento. Un discurso que suena a Xi Jinping y Corea del Norte.

Aunque está claro que las conversaciones políticas que valen la pena son las que se realizan entre aquellos que sostienen opiniones divergentes y que era mejor que la reunión se diera a que no se diera, vale la pena preguntarse quién de verdad ganó con el encuentro y cuál es el contexto en que tuvo lugar.

Primero, es evidente que el Gobierno está tratando de sacarle toda la leche al almuerzo. Tras la cita en Manzanillo, donde se sirvió posta cartagenera con Kola Román, raudos salieron los comunicadores de Palacio para divulgar la postal en la que se encontraban los dueños del 6 por ciento del PIB nacional con el mandatario y un video más extenso en el que se denotaba un ambiente distendido entre las partes.

Segundo, el comunicado. Tras la reunión fue divulgado por parte del Ejecutivo un papel gaseoso sin mucho compromiso, que, según me cuentan, no fue compartido con todos los asistentes ni asesores.

Tercero, la alocución. Con las fotos y el comunicado publicados, el presidente interrumpió el inicio de Brasil-Argentina para aparecer en la televisión nacional hablando sobre la importantísima reunión, dando un supuesto parte de victoria y un plan para seguir.

Dada la amplia divulgación de lo ocurrido por parte de las agencias del Gobierno, es evidente que lo más importante para la administración Petro era la señal, sin duda clave, de confianza inversionista.

La reunión ocurre tras tres hechos que deben tener muy nervioso al presidente. El primero, los pésimos datos económicos de crecimiento que nos ponen al borde de una recesión; el segundo, la victoria de Milei en Argentina; y tercero, los resultados de las elecciones locales en Colombia, los cuales, como en la victoria austral, señalan que el péndulo se está moviendo con fuerza a la derecha tras la decepción masiva de la izquierda.

Es claro que el presidente necesita un cambio de rumbo y la reunión con los empresarios le da una bocanada de credibilidad económica, que tanta falta le hace. Pero esta es la pregunta: ¿es eso sostenible?

El presidente enfrenta un momento de pésima popularidad. Nunca había tanta gente en su contra y lo peor es que la tendencia solo da señales de continuar. En menos de 15 días se volvió costumbre abuchear a Petro en los estadios y guardar aplausos ante su presencia en las cumbres. No recuerdo un rechazo popular tan evidente a un jefe de Estado.

Gustavo Petro está dando un timonazo en sus relaciones porque lo necesita. Hablando con los empresarios, el mandatario está buscando mostrarse menos intransigente y arrogante. Pero la estrategia no es nueva. Petro siempre ha sido Petro y esto incluye ser menos extremo cuando las circunstancias se lo exigen para luego volver a su radicalización de “si no estás conmigo, estás contra mí”. Así lo hizo en campaña cuando “el nuevo Petro” logró sentarse en la mesa con los verdes, que hoy lo desprecian, los liberales, que hoy lo oponen, y figuras políticas como Alejandro Gaviria, que hoy no se guardan nada para atacarlo. Petro ya se mostró magnánimo, pero luego regresó a su extremismo. Eso ya ocurrió.

Muchos celebran hoy lo que consideran un cambio de tono del presidente Petro. Yo no. En mi cabeza todavía tengo fresca la fotografía de Hugo Chávez con los principales empresarios de Venezuela, a los que terminó ahogando a pesar de que muchos intentaron acomodarse para poder sobrevivir, y en mis recuerdos aún resuena lo que hace algunos años el premio nobel de la literatura y gran lector de la realidad latinoamericana Mario Vargas Llosa advertía sobre el tema: “Chávez se reunió con empresarios y los medios aplaudieron. Luego pasó lo que pasó”. Temo que esté buscando acercarse a sus presas para luego apretarlas o pedirles silencios. Disculpen mi escepticismo. Ojalá esté equivocado.

QOSHE - Escéptico - Luis Carlos Vélez
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Escéptico

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25.11.2023

Claro que todos podemos cambiar de opinión. Finalmente, una de las definiciones que más me gusta de locura es hacer lo mismo esperando un resultado diferente. Sin embargo, en el caso de Gustavo Petro y su actitud frente a los empresarios del país, permítanme apartarme del sentimiento masivo de desbordado positivismo.

La verdad es que el presidente detesta a los empresarios. Su actitud frente a la empresa privada ha sido clara desde el principio. No solamente durante campaña y lo que va de su gobierno no ha perdido oportunidad para insultar a los que construyen capital privado, sino que también formó parte de una organización terrorista que tenía entre sus objetivos fundacionales acabar con el establecimiento empresarial.

El odio del jefe de Estado a los empresarios ha quedado impreso en varias oportunidades en sus propias declaraciones en redes sociales, en las que los ha calificado como explotadores, manipuladores, generadores de pobreza y culpables de los males del país. El presidente se ufana de ser un seguidor de Mazzucato, una controvertida economista venida a más en estas tierras, que cree que el crecimiento de las naciones se debe al Estado y que, por lo tanto, este merece mucho más reconocimiento. Un discurso que suena a Xi Jinping y Corea del........

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