17 Ene, 2024 | Un desagradable incidente ocurrió este lunes al culminar la marcha de los trabajadores de la educación en la plaza Bolívar de La Asunción, donde una periodista que cubría la manifestación fue acosada por una “infociudadana”, quien se empeñaba en entrometerse con su celular en la conversación entre la profesional y un entrevistado. Esto fue reseñado a través de las redes por otros dos reporteros presentes en la actividad, quienes intervinieron para proteger a la joven colega, antes de que la agresión verbal en su contra pasara a violencia física.

Episodios como éste se han venido dando contra la prensa en Margarita, desde distintos flancos. En este caso específico, al parecer, el desencuentro no se percibe en términos de represión política o burocrática, como de la confusión que existe en torno del papel de los comunicadores en la nueva y cambiante sociedad de la información.

Es obvio el increíble poder democratizador de la comunicación que otorga un teléfono móvil, pero también es cierto que la horizontalidad no elimina los roles. Uno es el papel del periodista que investiga con métodos e interpreta, y otro —que puede ser complementario— el del informante que transmite el material en crudo. Una es la función del medio de comunicación que mantiene una línea periodística, y otra la de la plataforma por la que fluye la información de forma casi indiscriminada, y ambas también pueden complementarse.

Es claro además que el periodista realiza un servicio social y que la información debe ser transparente, pero aún en un espacio público, tiene derecho a la privacidad de su trabajo, si así lo requiere. Por algo, los periodistas tenemos el derecho y el deber de resguardar el secreto de nuestras fuentes, cuando éstas desean permanecer en el anonimato o en aspectos en los que no quieren hablar abiertamente. De no ser así, no habría existido nunca el “Cicerón” de José Vicente.

A la compleja y muy difícil situación del país, que nos mantiene en guardia y crispados, se suma la increíble circunstancia de un mundo hiperconectado, que todavía nos mantiene perplejos y desorientados. Ya no sabemos cuál es nuestro lugar (si lo hubiere firmemente) en un mundo realmente globalizado donde las reglas se tejen y se deshacen en velocidad de megabits por segundo. ¿Quién se ha hecho a la idea de X sin la nostalgia del pajarito azul? Nuestra capacidad de adaptación ha sido sobrepasada.

Pero en medio de los cambios constantes, a la velocidad en que se superponen los videos de Tik Tok, hay algo en el plano de la comunicación e información que hasta ahora ha permanecido incólume como disciplina, y es el periodismo (el hermoso Pájaro Azul estaba en nuestra casa). Puede cambiar el formato, puede cambiar el canal, pueden cambiar las herramientas, que al periodismo no le entra ni coquito, en lo sustancial no le resta nada.

Ese gran pilar permanece con sus propios métodos y técnicas, con sus propios géneros y estilos. Puede estropearse un tiempo por las circunstancias, pero se regenera y enriquece en los terrenos más áridos. Se le vincula a la literatura pero también a la ciencia social, pues tiene técnicas de investigación y es verificable. Se construye en la academia, en las redacciones, y además con la experiencia en la calle, donde se cultivan las fuentes por años y hasta décadas (cómo no van a defender los periodistas, celosamente, la privacidad y confianza de esa interacción).

Ahora bien, en cuanto a los roles, si el periodista investiga, interpreta y hace seguimiento, ¿cuál es el papel entonces del infociudadano? Él es parte de un nuevo modelo de colaboración, no necesariamente de confrontación. Juntos podemos ser más fuertes pero con roles definidos. Como informantes pueden sugerir temas de reportajes, proporcionar datos y detalles reveladores de la cotidianidad o sobre sus comunidades, insumos que los periodistas podemos procesar para producir contenido informativo. Incluso, pueden multiplicar el producto periodístico.

En la actualidad todo medio de comunicación debería tener un canal específico para esa interacción con la “ciudadanía digital”, por supuesto con reglas y con los imprescindibles mecanismos de detección de fake news. En nuestro país, es relevante en este sentido, la experiencia de El Pitazo, medio digital que ganó el Premio Ortega y Gasset 2019 con la investigación “La generación del hambre”, surgida del trabajo colaborativo con informantes de Barinas y Portuguesa, acerca de la situación de niños con desnutrición en distintas localidades.

Y esto, paradójicamente, fue propiciado por la difícil circunstancia que viven los medios en la actualidad, y que a ellos en particular, como medio nacional, les dificultaba el traslado y la logística para la cobertura en las regiones, lo que se traduce en el plano general, en los preocupantes “desiertos de información”. Es que —nos repetimos— el periodismo nace en esos desiertos; es el milagro de la floración en los terrenos áridos.

Por supuesto, la relación con los informantes pasa por la formación corta con algunas herramientas básicas que les permiten enviar videos breves, notas de voz o textos, de manera veraz y objetiva, y esta información pasa por una curaduría (investigación, procesamiento y seguimiento) que realiza el periodista. Todo ese interesante quehacer me lo comentó la periodista Rena Camacho, gerente de Infociudadanía de El Pitazo, a quien recurrí para confirmar que la opinión que aquí desarrollo no es tan descabellada. Fue muy agradable enterarme de primera mano y con más detalle, acerca del trabajo que conduce Rena, excompañera de estudios de la Universidad de Los Andes hace más de treinta años. Y es que definitivamente tenemos que adaptarnos; los tiempos cambian.

Además de formar infociudadanos, se hace necesario que los gremios ligados a la prensa, emprendan una campaña para formar a todas las personas y a las instituciones acerca del importante papel de los medios y específicamente sobre el rol del periodista (esta tarea titánica que al parecer tampoco es tan descabellada, se la he oído también a la periodista Mariela Torrealba, investigadora de medios). Debemos fortalecernos en medio de las circunstancias —que a más áridas, más emocionantes— con nuestra característica perspectiva de veracidad que a la vez fomente las libertades civiles y una cultura de paz, como siempre ha sido nuestro norte.

QOSHE - Al periodismo no le entra ni coquito - Hilda Mendoza Ramírez
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Al periodismo no le entra ni coquito

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17.01.2024

17 Ene, 2024 | Un desagradable incidente ocurrió este lunes al culminar la marcha de los trabajadores de la educación en la plaza Bolívar de La Asunción, donde una periodista que cubría la manifestación fue acosada por una “infociudadana”, quien se empeñaba en entrometerse con su celular en la conversación entre la profesional y un entrevistado. Esto fue reseñado a través de las redes por otros dos reporteros presentes en la actividad, quienes intervinieron para proteger a la joven colega, antes de que la agresión verbal en su contra pasara a violencia física.

Episodios como éste se han venido dando contra la prensa en Margarita, desde distintos flancos. En este caso específico, al parecer, el desencuentro no se percibe en términos de represión política o burocrática, como de la confusión que existe en torno del papel de los comunicadores en la nueva y cambiante sociedad de la información.

Es obvio el increíble poder democratizador de la comunicación que otorga un teléfono móvil, pero también es cierto que la horizontalidad no elimina los roles. Uno es el papel del periodista que investiga con métodos e interpreta, y otro —que puede ser complementario— el del informante que transmite el material en crudo. Una es la función del medio de comunicación que mantiene una línea periodística, y otra la de la plataforma por la que fluye la información de forma casi indiscriminada, y ambas también pueden complementarse.

Es claro además que el periodista realiza un servicio social y que la información debe ser transparente, pero aún en un espacio público, tiene........

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