La gesta del Atzeneta es un regalo para el fútbol. En medio de los excesos millonarios de los grandes, con sus trampas y palancas, de repente triunfa el balompié puro, ese que nos llevaba de adolescentes por aquellos campos sin gradas y de tierra, con el sueño de jugar algún día en Mestalla. El ahora precioso Jardí del Túria era una sucesión de campos de fútbol patateros para los escolares capitalinos y más tarde para las pachangas regadas luego con cervezas, en una particular adaptación de ese caballeroso tercer tiempo del rugby. Sin nada de nostalgia, en aquellos tiempos la mayoría quería ser Kempes, pero a mí me fascinaba más Claramunt, aunque a lo único que aspiraba era a ser algo parecido a Arias. Luego, en aquella auténtica General de Pie, lo más británico que ha tenido nunca el Valencia, adoramos a Castellanos, por antihéroe.

Entretanto, el llamado fútbol regional desaparecía de nuestras vidas para reconvertirse en fútbol base hasta que pasa la vinculación familiar. De aquellos clubes modestos se pescaba a los mejores para la cantera del Valencia, y eran los propios entrenadores, o alguien de la directiva, los que llamaba a la puerta de Mestalla para alertar de una figura en ciernes. Aquel fútbol doméstico desapareció por una alianza entre la comodidad de una gran oferta televisiva y las sucesivas crisis de las empresas locales que ayudaban a las toscas economías a base de loterías, rifas y el bar del campo. La llegada de los polígonos industriales generó muchos empleos, pero esa deslocalización remató la afición local, mientras la mayoría de ayuntamientos se negaba a municipalizar a los equipos.

El nombre de aquellos campos son memoria histórica del futbol valenciano. Collao, Murta, Fornás, Luis Suñer, San Gregorio, Canó, Gregorio Salvador, Silos, Guillermo Olagüe, Rodat, Pepico Amat, Castalia, Altabix o Clariano. En este último, Ontinyent ejerció de capital de la Vall d’Albaida para acoger el Atzeneta-Zaragoza, porque El Regit solo tiene una capacidad para 655 espectadores, aunque dispone de unas vistas únicas a la Solana del Benicadell.

Atzeneta tiene algo más de 1.000 vecinos, pero sigue siendo una de las poblaciones industriales más pujantes de las comarcas centrales, con una de las mejores empresas valencianas, Grupo Ubesol, líder en el sector de la higiene personal y del hogar, proveedor de Mercadona, que patrocina el equipo, gracias al compromiso de sus dueños Jorge Úbeda y José Luis Soler que apoyan económicamente al club desde hace años.

Grupo Ubesol hizo una mayor aportación en la temporada 17/18, y el combinado ‘taronja’ logró el ascenso a Tercera División tras ganar en la final a la UD Vall d’Uxó. Tras consolidarse en Tercera, en la 19/20 el club fichó a David Albelda como entrenador. Se incorporaron a la plantilla jugadores experimentados con los que se pretendía optar al ascenso que consiguió tras eliminar a la UD Alzira y al CD Alcoyano.

Con el merecido ascenso a la antigua Segunda División ‘B’ y Albelda en el banquillo se le prestó más atención, pero los cien kilómetros de distancia con València y quizás sus 450 metros de altitud no le prestaron la atención que se merecía, hasta la proeza de esta semana en la Copa. El Getafe es el siguiente, y con independencia de lo que pase, el Atzeneta ya es uno de los nuestros, porque si olvidamos los orígenes, acabaremos sustituyendo también la paella por el Char Kway Teow.

QOSHE - El Regit - Joan Carles Martí
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El Regit

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18.11.2023

La gesta del Atzeneta es un regalo para el fútbol. En medio de los excesos millonarios de los grandes, con sus trampas y palancas, de repente triunfa el balompié puro, ese que nos llevaba de adolescentes por aquellos campos sin gradas y de tierra, con el sueño de jugar algún día en Mestalla. El ahora precioso Jardí del Túria era una sucesión de campos de fútbol patateros para los escolares capitalinos y más tarde para las pachangas regadas luego con cervezas, en una particular adaptación de ese caballeroso tercer tiempo del rugby. Sin nada de nostalgia, en aquellos tiempos la mayoría quería ser Kempes, pero a mí me fascinaba más Claramunt, aunque a lo único que aspiraba era a ser algo parecido a Arias. Luego, en aquella auténtica General de Pie, lo más británico que ha tenido nunca el Valencia, adoramos a Castellanos, por antihéroe.

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