Era todo oídos. Formaba parte de un grupo heterogéneo que esperaba por la fisioterapeuta quien había llegado tarde; por lo que se agruparon pacientes de diferentes turnos. Nadie emitió opinión negativa del médico y pude comprobar su excelente atención. Pero, mientras esperábamos, las opiniones versaron sobre lo viable de haber incrementado el salario a médicos y profesores y cómo algunos de esos profesionales estaban retornando.

Sin percatarme la conversación tomó su rumbo álgido sobre los maestros. Un hombre -quien dijo tener 50 años- rememoró su tiempo de estudiante y afirmó que hasta los años 80 había mucho respeto hacia los profesores. “Recuerdo –aseveró- que si me regañaban sentía tremenda vergüenza y si le daban quejas a mi mamá seguro tendría un castigo severo sino me daban una paliza.

Ahora los padres van a la escuela a exigir; sin ver cómo son los hijos, ni los motivos que los convierten en impulsivos (a veces violentos) en sus formas de expresarse entre ellos y con los profesores. Así, se fueron incorporando anécdotas y hubo una señora que suspiró y agregó:

“No hay que volver a los tiempos de nuestra niñez cuando los castigos (ante la indisciplina) eran muy severos; pero hay que acabar de alguna manera con la violencia, no solo entre esos niños “malcriados”. Hay violencia en las colas, maltrato en las guaguas…

Mire, el inspector para un carro y las personas rompen el orden y no creen en nadie. Somos un pueblo con la instrucción gratuita, nos caracterizamos por la amabilidad y hay que preservarla”.

De pronto me sorprendí riéndome, un pensamiento cruzó veloz ante mis ojos con una imagen de antaño muy nítida -de cuando mi sobrino mayor iba a la primaria- y un día me comentó:

“La seño Juana coge a los niños por el pelo, (hizo un gesto con la mano en la cabeza), y los pone detrás de la puerta. Le pregunté: ¿A ti también? Y respondió que a todos los niños. Seguidamente le dije mañana voy a ver a la seño Juana. Y me confesó: “No lo hagas. Soy majadero y la seño Juana cuando no quiero comer, me da la comida con una cuchara. Sólo lo miré y comenté: por lo menos eres honesto. La honestidad no debemos perderla y es importante reconocer que no todos criamos, ni educamos a los hijos para vivir fuera de casa, como parte del entorno social al cual pertenecemos y debemos convivir desde el mutuo respeto.

Vea también:

¿Cuál será el origen de la violencia?

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Lo que no se debe perder

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04.02.2024

Era todo oídos. Formaba parte de un grupo heterogéneo que esperaba por la fisioterapeuta quien había llegado tarde; por lo que se agruparon pacientes de diferentes turnos. Nadie emitió opinión negativa del médico y pude comprobar su excelente atención. Pero, mientras esperábamos, las opiniones versaron sobre lo viable de haber incrementado el salario a médicos y profesores y cómo algunos de esos profesionales estaban retornando.

Sin percatarme la conversación tomó su rumbo álgido sobre los maestros. Un hombre -quien dijo tener 50 años- rememoró su tiempo de estudiante y afirmó que hasta los años 80 había........

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