Es bello: de un color violáceo con vetas blancas, de tamaño mediano. Lo trajeron de una playa lejana junto a un Dije y un colmillo tallado que casi nunca los muestro pendientes sobre el cuello por temor a perderlos. Estos regalos encierran algo más que el hecho de recordar a quien me los trajo. Son -para mí- el memorándum del amor que desde hace muchos años siento por personas, algunas de las cuales (¿pueden creer?), no conozco personalmente.

La referencia al detalle-regalo que muestro en la sala de mi casa, es un caracol traído desde Vietnam; del otro lado del mundo y lo cuido como si en él estuviera la esencia de lo mágico-tangible; o mejor dicho la “presencia” de un amigo fiel y sincero que escuchó otras voces, en un idioma diferente al mío cuando fue encontrado, quién sabe en cual ribera de río o de mar, en un pueblo de valientes.

Sí, su color y textura de nácar, muestra lo contrario del horror de la guerra que sufrieron los vietnamitas, antes de hacer huir despavoridos al agresor yanqui. Perpetúa el símbolo de resistencia y la sonrisa de un legado devenido en férrea voluntad para reconstruir un país como dijo el tío Ho. “Un Vietnam cien veces más hermoso”. Evoco –a propósito de esta 32 edición de la Feria Internacional del Libro- aquel texto de nuestro José Martí, en la Edad de Oro, en referencia a la tierra de los anamitas: quienes comparten lo que tienen, no lo que les sobra.

He perdido la cuenta de las donaciones de arroz que, desde Viet Nam, han llegado a nuestros puertos. Y es que tener un amigo es una bendición que nos da la vida. No son ricos en cosas materiales son ricos en amor y comprensión. Mientras escribo escucho a Silvio “Madre, en tu día/ Tus muchachos barren minas de Haiphong…”

Y eso sucede: un amigo socorre y no es obligatoriamente con algo material, un amigo es el que está a tu lado en esos momentos que sentimos que no alcanza el aire para respirar. Ese que cuando nos sabe enfermos toca a la puerta, llega sin aviso, te abraza entrañablemente. Un amigo está en las buenas y en las malas. Siempre lo recordamos; aunque esté distante, porque deja un aire de frescura, en nuestros pensamientos, que hace latir el corazón cuando estamos angustiados (y comparto la referencia de la Zorra con el Pequeño Príncipe).

Agradezco: en mi familia hay una amiga que hace años no nos acompaña; pero nos construyó tantas cosas en nuestras almas que es raro no aparezca en las conversaciones con mis hermanos. Esa amiga -que es mi abuela- nos hizo saber amar a personas como aquellas que viven en Vietnam.

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QOSHE - Regalos que da la vida - Ana Maura Carbó
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Regalos que da la vida

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25.02.2024

Es bello: de un color violáceo con vetas blancas, de tamaño mediano. Lo trajeron de una playa lejana junto a un Dije y un colmillo tallado que casi nunca los muestro pendientes sobre el cuello por temor a perderlos. Estos regalos encierran algo más que el hecho de recordar a quien me los trajo. Son -para mí- el memorándum del amor que desde hace muchos años siento por personas, algunas de las cuales (¿pueden creer?), no conozco personalmente.

La referencia al detalle-regalo que muestro en la sala de mi casa, es un caracol traído desde Vietnam; del otro lado del mundo y lo cuido como si en él estuviera la esencia de lo mágico-tangible; o mejor........

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