La doctora Evangelina Cuéllar regresa como un referente cuando la bifurcación de este tránsito por la vida se torna tan estrecha que es difícil excluir un pensamiento en el cual la reconocida catedrática de la Facultad de Artes y Letras de La Habana dejaba su ejemplo de voluntad, sacrificio personal, tenacidad ante las adversidades de la vida y un profundo magisterio ejercido desde su mirada y su voz.

En el difícil aprendizaje de los vericuetos gramaticales de la lengua española, me encontré una tarde en la lista de su encuentro personal y fuera de turno, con aquellos que esperábamos ser lanzados por la borda; a menos que el “pato”, nombre popular del número dos (entre los universitarios) desapareciera justo al lado de los sentenciados al suspenso.

Ensayé durante toda la mañana cómo podría hacer mi reclamo. Al mediodía, marcado por el agotamiento profundo y la imposibilidad de “pachanguear” en la Casa de la FEU, después de un chapuzón, con varias vueltas, en la piscina del estadio universitario Comandante Juan Abrantes, le solté casi en un susurro imperceptible: “¿Profe, usted podría revisar, una vez más, mis notas?

Por supuesto, accedió. Y, sin inmutarse ante el rápido escrutinio en el cual visualicé un número cuatro, me dijo: “¡Me equivoqué! No estás suspenso; pero (dibujó un pato, recuerden el número dos) y concluyó: “Ahora lo estás”.

Las advertencias de mi padre resultaron válidas en su condición de graduado de la universidad de la calle: “No creo que busca suspenderte, no es nada personal”. Lo miré con cara de carnero degolla´o y busqué refugio en mi madre, quien esbozó una sonrisa y sentenció: “Debes esforzarte más”. Frente a tal desamparo paternal, arremetí en la búsqueda de Samuel Gili y Gaya, de Roca Pons y finalmente me hice casi amigo personal (es un decir) de Gonzalo Martín Vivaldi.

Al final de su curso, encontré un espacio para la “venganza”, después de comprobar que mi nombre no estaba entre los suspensos. De hecho nadie en mi grupo lo estaba. Así que dibujé un retrato burlesco donde ella aparecía ataviada como la reina María Antonieta y, junto a un condiscípulo, aparecí –con traje de aquella corte francesa- y completé mi presente con una tonada satírica.

El efecto resultó inmediato. Me observó con sus ojos enrojecidos por las primeras y únicas lágrimas que fenecieron antes en sus mejillas de anciana, hermosas; mientras pude escuchar su sentencia: “Siempre supe que tenías el talento, solo debías demostrarlo”. Habría preferido el pato que someterme al impacto de sus palabras llenas de aquel sentido reconocimiento confeso, en el sentido de su magistral pedagogía: la educación desde la entrega y el respeto.

Ver además:

El mejor amigo

QOSHE - El recurso del método - Raúl San Miguel
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El recurso del método

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04.02.2024

La doctora Evangelina Cuéllar regresa como un referente cuando la bifurcación de este tránsito por la vida se torna tan estrecha que es difícil excluir un pensamiento en el cual la reconocida catedrática de la Facultad de Artes y Letras de La Habana dejaba su ejemplo de voluntad, sacrificio personal, tenacidad ante las adversidades de la vida y un profundo magisterio ejercido desde su mirada y su voz.

En el difícil aprendizaje de los vericuetos gramaticales de la lengua española, me encontré una tarde en la lista de su encuentro personal y fuera de turno, con aquellos que esperábamos ser lanzados por la borda; a menos que el “pato”, nombre popular del número dos (entre los........

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