La mañana corría con la velocidad de los segundos cuando el auto se detuvo en la parada y, sin necesidad
de inspector de transporte, dijo la dirección en la cual circulaba. Pude abordar y me sentí agradecido. El
chofer, jefe en un organismo importante, aceptó mi agradecimiento con una sonrisa y argumentó: “Es mi de ber, considero que no podría actuar de otra manera. Pepe tiene casi 18 años conmigo y está acostumbrado”.

Me arrellané en el asiento y respiré con más calma. Podía llegar, en minutos, al lugar donde me esperaban.
Pensé en las veces que detengo al viejo Palmiche (sé que muchos vehículos tienen este nombre de batalla) y
los circunstanciales pasajeros expresan su gratitud y el orgullo de que un auto estatal, por demás de Tribuna de La Habana, complete el itinerario en el cual viajan.

¿Pepe, Palmiche, Rocinante…? Se multiplican los ejemplos de conciudadanos que, en medio de los avatares del transporte, desbloquean sus conciencias para hacer más llevadero el día en el cual deben enfrentar sus problemas y necesidades cotidianas. Evoco al directivo de una empresa cuyo nombre no recuerdo, que ofreció un trato de cortesía especial a sus eventuales acompañantes cuando abordaron su auto asignado por la empresa.

Es, precisamente, ese pedacito que le podemos quitar al bloqueo. Lo contrario solo provoca el análisis de las dificultades que nos afectan y la forma en que se trasladan, encubiertos, por la oscuridad de los cristales, los conductores de vehículos de alta gama, con la placa estatal.

Hace unos días recibí el mayor de los reconocimientos –después de la firma del Código de Ética de los
cuadros del Partido, el Gobierno y las organizaciones políticas y de masas, el reciente 24 de febrero. Uno
de mis subordinados fue a llevarme un documento al taller donde, ataviado con el overol de mecánico y lleno de grasa hasta la cabeza, me dijo: “Jefe, a usted le admiro”. Evadí la referencia, más por pudor que modestia, y aquel reiteró su pensamiento.

Más reciente, un dirigente al cual respeto y admiro, por su responsabilidad y entrega sin límites, al frente de una administración provincial, me extendió su mano y me dio un abrazo que comparto, desde esta página, con todos aquellos que andan por ahí “empujando un país”, como acuñó en su poema el reconocido intelectual Miguel Barnet.

Vea también:

El genocidio de Israel en Palestina es un crimen contra la humanidad

QOSHE - La ética y el abrazo de la conciencia - Raúl San Miguel
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La ética y el abrazo de la conciencia

3 0
04.03.2024

La mañana corría con la velocidad de los segundos cuando el auto se detuvo en la parada y, sin necesidad
de inspector de transporte, dijo la dirección en la cual circulaba. Pude abordar y me sentí agradecido. El
chofer, jefe en un organismo importante, aceptó mi agradecimiento con una sonrisa y argumentó: “Es mi de ber, considero que no podría actuar de otra manera. Pepe tiene casi 18 años conmigo y está acostumbrado”.

Me arrellané en el asiento y respiré con más calma. Podía llegar, en minutos, al lugar donde me esperaban.
Pensé en las veces que detengo al viejo Palmiche (sé que........

© Tribuna de La Habana


Get it on Google Play