Los nombres que nos escogieron nuestros padres ante una pila bautismal sellaron nuestro destino. No es lo mismo llamarse José María, o María José, que Usnavy, o Chery. Al entrar en este mundo, podemos saber de una vez cuán ignorantes o despistados son nuestros padres. Como resulta que nos hicieron nacer en el seno de una familia, también nos clavaron un apellido genérico: los Ortices, los González, los Martínez, los Rodríguez, los Hernández, los Gómez remiten a un patriarca común en algún lugar de la hispanidad, para pesar de las feministas, que hoy pueden escoger libremente, ante notario, el apellido de la madre. Pero resulta que ellas tienen dos apellidos de antiguos patriarcas. Por ejemplo, mi amiga Lola González Luna se cambió su nombre: ahora es Lola G. Luna. Como olvidó que su madre proviene de un patriarca de todos los fierros, don Álvaro de Luna, no hizo más que cambiar de patriarca ancestral.

Existen algunos machistas a quienes les duelen sus apellidos hispanos. Motivados por la leyenda negra que los escritores ingleses vertieron sobre los españoles, quisieran tener apellidos aborígenes, aquellos que se usaban antes de la llegada de los cristianos a la provincia de Vélez. Vamos a complacerlos, gracias al censo que en 1822 hicieron los empleados republicanos en las seis parcialidades del pueblo de indios de Guane, llamadas Coratá, Moncorá, Lubigará, Butaregua, Guanentá y Choagüete. Los apellidos guanes que más se conservaban entonces eran: Quecho, Guaracao, Chireo, Aquichire, Yuarique, Sinuco, Bacareo, Guayaguato, Ocaguato, Ine y Borache. Ahí tienen, por si quieren ir ante notario para que les cambie el apellido hispano que les dieron sus padres.

Las tierras del resguardo de Guane fueron medidas en 1851 por Agustín Codazzi y dos de sus alumnos en el Colegio Militar, Antonio Merizalde e Ignacio Ortega. Dividieron el globo de tierra en 600 parcelas, que entregaron a las familias, quienes hicieron hasta para vender con ellas. Los que quedaron erigieron la parroquia de Santa Lucía y fabricaron una bonita iglesia. No tengo idea de cuántos apellidos guanes quedan todavía en ese pueblo, pero aconsejo que lo visiten, porque es plácido y soleado.