Para un observador superficial de hechos mundiales, 2024 será un año para resaltar pues en él avanzará la democracia ya que en más de 75 países, en los que vive cerca del 51 % de la población mundial, habrá elección popular de gobernantes.

Pero mirando las cosas con detenimiento, el año será amargo. Es cierto, es el año en que más elecciones habrá en la historia de la humanidad, pero ello contrasta con una verdad de a puño: la democracia se ha deteriorado en muchos países. Habrá elecciones pero, no por ello, se avanzará en la garantía del ejercicio de los derechos democráticos pues considerable número de comicios no serán realmente actos democráticos de participación ciudadana, sino una máscara usada por regímenes autoritarios para eternizarse en el poder.

Habrá elecciones con caudaloso cubrimiento periodístico a lo largo del año, como son los comicios presidenciales de E.E. U.U., en los que se enfrentarán dos octogenarios que tienen, entre sí, una visión muy diferente de lo que es gobernar.

En América Latina se sabe que México tendrá por primera vez una mujer como Presidente: las dos principales candidatas a la “silla del águila” son de sexo femenino.

Las elecciones que se celebrarán en Europa para integrar el parlamento europeo demostrarán un hecho preocupante: el avance, en muchos de tales países, de los partidos de extrema derecha de corte autoritario. Otro hecho polarizará esas elecciones: la migración procedente de países del tercer mundo.

Así, poco más de la mitad de la poblción mundial irá a elecciones, pero no por ello avanzará la democracia y, además, muchos de los comicios que se lleven a cabo no serán transparentes.

En la acera opuesta a las elecciones, hay un hecho terrible: los agitados vientos de guerra. Estamos sentados en varios barriles de pólvora: la confrontación bélica entre Rusia y Ucrania, la que hay entre Israel y los palestinos, los avances armamentistas de Corea del Norte, el agudo rifirrafe entre China y Taiwan, el incremento del tráfico ilegal de armas.

A ello se suma la inestabilidad global, la falta de capacidad de solución de conflictos de que da evidencia el Consejo de Seguridad de la ONU y el desprecio por las normas y los principios de Derecho Internacional que muchos líderes y gobernantes ponen en evidencia día tras día.