Una soleada mañana, caminando por el centro de Bucaramanga, vino a mi memoria la ciudad a la que llegué a temprana edad de la mano de mis padres, en la que crecí y vivo. Mientras oía las campanas de San Laureano, entré al ‘Patio de los Edecanes’ de la Casa de Bolívar y allí, degustando un aromático tinto, evoqué lo que ella era hace ya más de setenta años, cuando generosamente arropó a mi familia.

¡‘El patio de los Edecanes’...! Exquisito sitio para que las añoranzas gobiernen nuestro ser. Las añosas calles 37, 35 y 34, las carreras 12, 13 y 14, la casa de las señoritas Nougues, la de los Lülle, la de Rafael Correa, la de doña Enriqueta Mutis (cuya anciana empleada iba, encorvada, canasto en mano, todos los días a la plaza de mercado), la de las Valdivieso, abajo el parque García Rovira en cuya esquina suroccidental se veía -a través de una ventana- al pintor Segundo Agelvis plasmar al oleo paisajes de cabañas campesinas con montañas al fondo, el mausoleo de Aurelio Martínez Mutis en la capilla de Los Dolores, aquella que en diciembre exhibía un hermoso pesebre, la casa de los Navas, la de los Pérez Martínez, la de mis abuelos maternos, la de Ernesto Valderrama Benítez, la casa de los Arenas, la de los Pérez Mantilla, la de mi tia María Serpa, Vanguardia Liberal, la fabrica de confecciones de don Luis Lemus, las oficinas de abogados de Gustavo Serrano Gómez, de Jaime Serrano Rueda, de Gregorio Suárez, las papelerías La Flecha Blanca y América, el naciente Instituto Caldas, el teatro Real, las procesiones de Semana Santa, sus penitentes, la procesión del desande, las “carreritas de San Juan”...

Ahh... La Bucaramanga de mediados del siglo XX, esa que los viernes al caer la tarde oía la retreta que la Banda Departamental daba al gobernador de turno en la puerta de su casa, la que comía “uribistas” en La Pamplonesa, dulces de pastilla donde los Navas, dulces caseros en el Gaby, masato en El Faro, helados en La Siberia, “perros calientes” en el almacén Portugal, almorzaba en el Hotel Príncipe y se iba a baño a “Care’perro”,... Ella volvió a mí en el ‘Patio de los Edecanes’, casi 200 años después de que estos y El Libertador anduvieran por sus callejas empedradas en ese 1828.

QOSHE - Opinion Remembranzas bumanguesas - Eduardo Muñoz Serpa
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Opinion Remembranzas bumanguesas

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05.03.2024

Una soleada mañana, caminando por el centro de Bucaramanga, vino a mi memoria la ciudad a la que llegué a temprana edad de la mano de mis padres, en la que crecí y vivo. Mientras oía las campanas de San Laureano, entré al ‘Patio de los Edecanes’ de la Casa de Bolívar y allí, degustando un aromático tinto, evoqué lo que ella era hace ya más de setenta años, cuando generosamente arropó a mi familia.

¡‘El patio de los Edecanes’...! Exquisito sitio para que las añoranzas gobiernen nuestro ser. Las añosas calles 37, 35 y 34, las carreras 12,........

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