¡Qué duda cabe! En materia económica, estamos tan jodidos como si estuviéramos en plena pandemia o en los mismos niveles que hace 24 años, cuando entramos en recesión. Ante este panorama tenemos dos caminos: el primero, es quedarnos llorando, buscando culpables y repitiendo una y otra vez las causas de nuestra tragedia porque, al fin y al cabo, si en algo somos expertos es en ser “profetas del pasado”. El segundo camino es más difícil y requiere de desarmar los espíritus para que todos echemos para el mismo lado. Se trata de ponernos a buscar soluciones colectivas que permitan salidas lógicas y sensatas y que combinen la acción del Estado con el desarrollo de un sector productivo dinámico que produzca empleo y distribuya prosperidad.

Eso, dentro de una visión ‘estatista’ como la que algunos funcionarios del gobierno tienen, es realmente imposible. Tampoco se trata de encender las maquinas del capitalismo sin más. Todos debemos poner y estoy seguro que los empresarios, que ya han aceptado niveles de tributación exagerados, han hecho aportes sustanciales y seguirán haciéndolos, siempre y cuando exista un elemento decisivo en la construcción de progreso social: la confianza.

Sin confianza, sin certidumbre, sin rumbo claro y seguridad jurídica, la inversión no va a llegar, la transición hacia nuevas energías tardará más y la generación de empleo se destruirá por cuenta de las reglas de juego indefinidas que le ponen, con razón, los pelos de punta a quienes producen plazas laborales, no importa que sean pequeños, medianos o grandes empresarios. Sin confianza, no hay crecimiento. Sin confianza, no hay ánimo ni esperanza. Sin confianza, los otros indicadores -no solo los económicos- también comienzan a mostrar números rojos. Alguien dirá: “es que ya nos fuimos así porque el presidente Petro no va a cambiar”. No estén tan seguros. Se trata de su supervivencia misma; de la manera en que lo recordarán; del futuro de un proyecto de izquierda en Colombia y Latinoamérica y, en ese sentido, al primer mandatario tampoco le sirve que caigamos en el abismo.

Y no son las tasas de interés o el alto pago de la deuda al que estamos sometidos o la falta de ejecución en las carteras ministeriales. Estos también son temas sobre los que hay que trabajar pero los analistas coinciden en que, más importante que todo lo anterior, es la generación de confianza y nunca es tarde para enviar señales en ese sentido. Presidente: por su propio bien y, claro, por el bien de los colombianos, ¡trabaje duro en construir la confianza de la que hoy carece!

QOSHE - Confianza: el nombre del juego - José Manuel Acevedo
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Confianza: el nombre del juego

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20.11.2023

¡Qué duda cabe! En materia económica, estamos tan jodidos como si estuviéramos en plena pandemia o en los mismos niveles que hace 24 años, cuando entramos en recesión. Ante este panorama tenemos dos caminos: el primero, es quedarnos llorando, buscando culpables y repitiendo una y otra vez las causas de nuestra tragedia porque, al fin y al cabo, si en algo somos expertos es en ser “profetas del pasado”. El segundo camino es más difícil y requiere de desarmar los espíritus para que todos echemos para el mismo lado. Se trata de ponernos a buscar soluciones colectivas que permitan salidas lógicas y sensatas y que combinen la acción del........

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