Las rechiflas, los tomates y los huevos son formas de protestar tan viejas como la humanidad misma. Políticos, actores, dueños de ciertas compañías y figuras públicas han enfrentado este tipo de situaciones en democracias abiertas en las que el derecho a disentir y la libertad de expresión se protege y estimula. Pasa en todas partes del mundo y, sin embargo, hay ciertas líneas que eran sagradas y que se han traspasado con el convencimiento de que la irreverencia y las maneras de expresar la crítica, todo lo vale y todo lo justifica.

Las redes sociales, que privilegian el anonimato y estimulan una cierta dosis de impunidad frente a los improperios, insultos y amenazas que allí se lanzan, han llenado de coraje a quienes están dispuestos a decir de todo sin asumir las consecuencias de sus dichos ni tener mesura frente a lo que se afirma.

¿Cómo hacemos para recuperar la idea de humanidad y sensibilidad del otro; del que se ofende, del que se insulta? ¿Cómo logramos un nivel de empatía aún con quien más “aborrecemos” sobre la base de entender que tiene sentimientos como los de uno, que tiene familia como la de uno, que sufre de humillación y vergüenza cuando es expuesto públicamente, igual que uno?

No creo que la manera de hacer un alto en el camino y reflexionar sobre estos excesos, tenga que ver con la creación de leyes, multas o sanciones que restrinjan o castiguen esos comportamientos. Precaver este tipo de emociones dañinas pasa más bien por dos cosas: la primera, una educación que desde el colegio fomente el disenso libre pero respetuoso y con argumentos y no adjetivos. La segunda, que exista un acuerdo entre nuestros líderes para rechazar estas conductas, vengan de donde vengan, y enseñar con el ejemplo a las bases que siguen a cada uno de ellos.

El silencio, cuando el insulto es para alguien que está en la orilla contraria y la solidaridad selectiva cuando es a uno de los nuestros a quien se agrede, solo agrava el problema. ¿Por qué es tan difícil pedir que dejen a los niños por fuera, igual si son los del expresidente Duque o la de Gustavo Petro y Verónica Alcocer? ¿Por qué rechazamos unas cosas y aplaudimos otras si los agravios -por fuera de las líneas de “normalidad”- humillantes y cargados de odio y agresividad, son los mismos cuando recaen en la familia de un dirigente que en la de otro?

Trazarnos límites, sin necesidad de normas explícitas sino desde un nuevo contrato social voluntario, es urgente. Se llama empatía y, lamentablemente, carecemos de ella.

QOSHE - Opinion Trazarnos límites - José Manuel Acevedo
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Opinion Trazarnos límites

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22.01.2024

Las rechiflas, los tomates y los huevos son formas de protestar tan viejas como la humanidad misma. Políticos, actores, dueños de ciertas compañías y figuras públicas han enfrentado este tipo de situaciones en democracias abiertas en las que el derecho a disentir y la libertad de expresión se protege y estimula. Pasa en todas partes del mundo y, sin embargo, hay ciertas líneas que eran sagradas y que se han traspasado con el convencimiento de que la irreverencia y las maneras de expresar la crítica, todo lo vale y todo lo justifica.

Las redes sociales, que privilegian el anonimato y estimulan una cierta dosis de impunidad........

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