En Bucaramanga cada vez que hay una jornada de protesta se volvió costumbre ensañarse con su patrimonio. Cada vez que se anuncia una jornada de protesta la ciudad tiembla. Sus calles, sus fachadas, sus muros, sus monumentos quedan expuestos a la acción de los vándalos. El patrimonio público, que es el de todos, es agredido sin contemplación.

Hay excepciones, por supuesto. El domingo, por ejemplo, en la marcha convocada para expresar el descontento con el actual gobierno, según el reporte de las autoridades no hubo alteración del orden público ni se afectaron bienes públicos ni privados. El comportamiento de las miles de personas que participaron en ella fue ejemplar; pero lo normal, inexplicablemente, es el daño. Como sucedió la semana pasada cuando un grupo de manifestantes como expresión de rechazo a la presencia del embajador de Israel en la ciudad pintó la bandera palestina en la vía pública que circunda el Parque García Rovira y empapelaron la fachada de la alcaldía.

Las voces de rechazo se sintieron, pero como suele ocurrir no hay quien responda por los desmanes.

La ciudad, como dijo Calvino, es un cúmulo de memorias, de deseos, de signos de un lenguaje; un lugar de intercambio de mercancías, de palabras, de deseos y de recuerdos. No es difícil entender que es un organismo vivo, en constante evolución, que habla, se expresa y siente a través de los actos de sus ciudadanos. Por eso nos corresponde honrarla, enaltecerla, respetarla.

Comunicarse es importante. Tener la posibilidad de expresarse es esencial. Nadie discute que la protesta social es un derecho fundamental. Pero hay que ejercerlo con civilidad, en forma pacífica, sin extralimitaciones ni abusos. Las expresiones vandálicas, cada vez más frecuentes cuando se protesta, no solo afean la ciudad, hacen que la percepción de inseguridad aumente. Por culpa de ellas, y de los desadaptados que las cometen, la ciudad sufre. Por lo que viene sucediendo, o no aprendimos, o se nos olvidó ser buenos ciudadanos.

Hoy por hoy son muchas las razones que invitan a protestar. La realidad del país es compleja. Y aunque hay muchísimas formas de hacerlo, todas respetables y válidas, hay que encontrar la forma de canalizarlas avanzando hacia el respeto por lo público. La ciudad lo necesita. Debemos recuperarla retomando el sendero del buen comportamiento ciudadano. Es un compromiso que todos debemos asumir. No hay otro camino.

Pero no todas las consignas agreden. La memoria evoca con nostalgia aquel famoso “Lea” de Ladislao Gutiérrez con el que nos tropezábamos por doquier en la ciudad; o el “dio de dar con S es Dios”, que Noel Peñaranda, el loco más cuerdo que ha parido Ocaña, solía plasmar en sus muros.

QOSHE - Respeto por lo público - Manuel De Jesús Rodríguez Angarita
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Respeto por lo público

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24.04.2024

En Bucaramanga cada vez que hay una jornada de protesta se volvió costumbre ensañarse con su patrimonio. Cada vez que se anuncia una jornada de protesta la ciudad tiembla. Sus calles, sus fachadas, sus muros, sus monumentos quedan expuestos a la acción de los vándalos. El patrimonio público, que es el de todos, es agredido sin contemplación.

Hay excepciones, por supuesto. El domingo, por ejemplo, en la marcha convocada para expresar el descontento con el actual gobierno, según el reporte de las autoridades no hubo alteración del orden público ni se afectaron bienes públicos ni privados. El comportamiento de las miles de personas que participaron en ella fue ejemplar;........

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