La situación puede parecer contradictoria, pero así quedará consignada en los anales de la historia nuestra: Juan Carlos Cárdenas termina su mandato como alcalde de Bucaramanga con un índice de desaprobación altísimo, aunque al mismo tiempo culmina premiado como uno de los mejores alcaldes del país. ¡Tal cual!

Según la mayoría de encuestas y mediciones, Cárdenas registra una desaprobación por parte de la ciudadanía de más del 70 %, la gente no habla bien de su mandato, están arrepentidos de haber votado por él sin conocerlo, solo porque fue el ungido de Rodolfo Hernández para sucederlo en el poder local. Las veedurías lo cuestionan y los medios de comunicación también, exceptuando algún lisonjero.

Otros lo tildan, incluso, de haber sido el peor mandatario en muchos años, lo califican muy mal y critican su desconexión con los graves problemas sociales. Ni ante la dirigencia, ni ante los comerciantes ni ante el ciudadano común, el alcalde sale bien librado.

Sin embargo, en el último mes Juan Carlos Cárdenas, hay que decirlo, ha recibido dos premios significativos por entidades importantes. La organización “Colombia Líder” lo premió como uno de los tres mejores alcaldes del país, al lado de la alcaldesa Claudia López y del barranquillero Jaime Pumarejo. Y la semana pasada el Departamento Administrativo de la Función Pública lo reconoció como uno de los mejores gobernantes.

En esta última entidad, Cárdenas fue destacado por su “buen desempeño institucional”, recibiendo aclamaciones del ente rector de la función estatal. ¡Vaya, vaya!

Mientras un amplio sector de la ciudadanía lo rechaza y celebra su salida, el hombre es condecorado en Bogotá. No sabe uno qué pensar, pues aunque por acá lo desprecian, afuera le brindan oropeles y lo ensalzan como uno de los mejores alcaldes de ciudades capitales. Unos dirán que la voz del pueblo es la que manda, mientras otros pensarán que la voz de los técnicos es la más acertada. ¡Vaya uno a saber!

Lo cierto es que Cárdenas nos deja una ciudad fea, desordenada, insegura y sin progreso. Una ciudad al garete que espera un nuevo timonel, a sabiendas que son muchas las dificultades que deben superarse. Empezando por la falta de cultura ciudadana y la informalidad rampante, la misma que hace rato tiene sumida a la ciudad en el desastre.

Se va un alcalde desaprobado..., pero muy premiado. ¿Quién entiende?