Me ha sucedido en diferentes ocasiones, llego y, como corresponde a quien hace su entrada, saludo: “Buenos días…”. Salta entonces el espontáneo “corrector”, me enfoca con mirada de perdonavidas y suelta su reconvención: “Buen día”. Y se queda expectante, mirándome a la cara, seguro de estarme dando una lección de corrección y urbanidad.

¿Nunca le ha ocurrido a usted? Sería muy raro.

En mi caso, mi último censor no quedó sin respuesta. Le pregunté: “¿Por qué buen día y no buenos días?” A lo cual respondió enseguida: “Porque me refiero al día de hoy, en específico”.

“Ah, entonces usted queda en deuda conmigo: yo le estoy deseando buenos días, incluyo no solo el de hoy, sino a los que sigan después”. Puesto ya a pulir tanta “sapiencia” ajena, le inquirí: “¿No monta en ómnibus público? Entonces ha visto las pegatinas: Utilice las frases de cortesía: Buenos días, Buenas tardes, Buenas noches. ¿Será que están equivocadas? ¿Y en la televisión, nunca vio la revista Buenos Días?”

Cuestionado, mi interlocutor duda; entonces decido darle otra arista en qué pensar. Le recuerdo que nuestro idioma, el castellano, con sus poco más de 800 años, tiene historia, un devenir en el tiempo.

No decimos añual o agueducto, como “debiéramos”. Sino anual y acueducto, ¿verdad? Palabras, como tantas en nuestra habla cotidiana, que provienen del latín: en este caso de anno y acqua.

Algo parecido sucede con la expresión “buenos días”, en sus orígenes: “Santos y buenos días le dé Dios”. Tiempos aquellos con el persistente olor del achicharrado a fuego lento cuando la Santa Inquisición también velaba (a su manera, claro) por lo castizo del naciente idioma. Tal magisterio crepitaba en cualquier plaza y allí quemaban en la hoguera…sin distingo de persona ni rango. Uno de los cargos podía ser que te acusaran de hereje por no saludar con el Santos y buenos días le dé Dios, como exigía la iglesia católica, apostólica y romana. Había que blasonar de buen creyente o te hacían chicharrita.

Hoy, en ningún país hispanohablante se está en ese compromiso, tampoco en la propia España; pero como dije antes, el idioma tiene su historia, su devenir en el tiempo.

En 1834 la Santa Inquisición quedó abolida y al paso de los años la expresión original, apocopada, vino a quedar en el buenos días, tardes o noches de ahora. Una sencilla frase de cortesía que, aun con orígenes tan deplorables, debemos defender, pues identifica nuestra cultura.

Sin embargo, no está de más señalar que en nuestro interés por mantener las buenas formas seamos también cautelosos para no pecar de pedantes y al final echar por tierra las mejores intenciones de enseñar una lección. Evitar pensar que “nos las sabemos todas” y en su lugar procurar aprender algo nuevo en cada jornada debiera ser una práctica cotidiana. Ello puede, sin duda, garantizarnos no uno, sino incontables buenos días.

QOSHE - Aprender algo nuevo cada día - Wiltse Javier Peña Hijuelos
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Aprender algo nuevo cada día

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14.04.2024

Me ha sucedido en diferentes ocasiones, llego y, como corresponde a quien hace su entrada, saludo: “Buenos días…”. Salta entonces el espontáneo “corrector”, me enfoca con mirada de perdonavidas y suelta su reconvención: “Buen día”. Y se queda expectante, mirándome a la cara, seguro de estarme dando una lección de corrección y urbanidad.

¿Nunca le ha ocurrido a usted? Sería muy raro.

En mi caso, mi último censor no quedó sin respuesta. Le pregunté: “¿Por qué buen día y no buenos días?” A lo cual respondió enseguida: “Porque me refiero al día de hoy, en específico”.

“Ah, entonces usted queda en deuda conmigo: yo le estoy deseando buenos días, incluyo no solo el de hoy, sino a los que sigan........

© Victoria


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