La convención certificó el fin del Psoe como partido de Estado. Asumido el proyecto confederal que les imponen los independentistas, volvieron a esconderse tras la espiral de retórica conocida. Sabido es que lo que dijera Sánchez en Davos o en La Coruña no tiene valor alguno. Podría haber dicho lo contrario sin pestañear. Hace tiempo que perdió el derecho a ser escuchado, por mentiroso. Su perorata del Foro Económico la habrían firmado la argentina Cristina Kirchner o el populista francés Mélenchon. En ningún caso se esperaría algo así de líderes de la socialdemocracia liberal europea, como la danesa Mette Frederiksen o el laborista británico Keir Starmer, en las antípodas del socialismo sanchista.

Muchos desinformados creen que Sánchez, por presidir la Internacional Socialista, es un dirigente reconocido por los grandes partidos de centroizquierda, desde los europeos del Norte a los canadienses y australianos. Esa multinacional es hoy chatarra aparcada en el desguace. El español sustituyó en la dirección a otra antigualla del viejo socialismo desacreditado, el griego Yorgos Papandréu, el que hundió al Pasok como hace el sanchismo con el Psoe. ¿Una organización mundial socialdemócrata de la que ya no forman parte ni alemanes ni británicos ni escandinavos? Si algún despistado desconocía la irrelevancia internacional del padre de la amnistía, solo tenía que oír sus bobadas en Davos.

La palabrería era para el mercado interior español, no para captar inversores. Iba de observad cómo admiran a Pedro en el mundo. Se desplazó miles de kilómetros para explicar al planeta los males del capitalismo -“neoliberalismo”, lo llama él, en la jerga bolivariana que le han inoculado-. En la asamblea mundial de empresarios, explicó cómo se termina con la pobreza poniendo al Estado a gestionar paradores y correos. Como en Argentina, pensarían los que le escuchaban por educación. O cómo en España, donde el “doctor” ha logrado en cinco años que el número de los que se consideran pobres se haya multiplicado ¡por cuatro! según el Cis.

Camarada de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que propone controlar los Consejos de Administración de las empresas desde el soviet supremo, Sánchez se ofreció en Suiza para declararle la guerra a “la mano invisible” y de paso les dijo aquí tienen ustedes un líder para la socialdemocracia mundial. Se declaró enemigo de “las promesas vacías de algunos gurús del Silicon Valley”, él, que perdería el culo si le ofrecieran una foto con Elon Musk u otro pope de “las tenológicas”. No le ahorró al auditorio ni una sola de las sandeces neocomunistas de Mariana Mazzucato, la economista que asesora a los regímenes castro-chavistas y sirve de inspiración a quien le redactó el discurso, Manuel de la Rocha.

Apoyado en doctrina bolivariana, va y critica a los neoliberales que “presentan al Estado como un ente puramente extractivo”. Lo dice quien ha convertido al sector público en un pesebre al servicio de la tribu. Desde ese capitalismo de amigotes que impulsa, al estilo kirchnerista, aleccionaba Sánchez a los del Foro Económico Mundial. De paso, impartió lecciones sobre cómo salvar la democracia “frente a la ola reaccionaria que recorre el mundo”, como destaca en El País el cronista fiel Carlos Cué. Quien concede amnistía por votos pidió ayuda a los empresarios “para defender la democracia en el mundo”.

Tres días después, la labor de esconder los pactos que traicionan a la democracia española continuó en el encuentro de La Coruña, abierto por Zapatero. “Estamos en el mejor momento de la historia de España”, se atrevió a decir el amigo del torturador Maduro. Si existiera eso que algunos bienintencionados denominan “Psoe profundo”, alguien habría exigido debatir qué significan para el futuro del partido los acuerdos que les atan a delincuentes, a terroristas condenados por asesinatos -¡incluidos los de varios compañeros suyos!- y a enemigos declarados de la España constitucional. Pero los españoles vieron por la tele a militantes convertidos en simple atrezo. Todos se aplaudían por la hazaña de la amnistía.

Hablaron de “evidencia empíricas” del reencuentro con los secesionistas logrado por Sánchez. Sí, las de 30.000 manifestantes que desfilaron en Bilbao exigiendo la llave para sacar de la cárcel a decenas de terroristas con cientos de asesinatos a sus espaldas. Han olfateado la predisposición de los socialistas para ponerse a sus órdenes a cambio de asegurarse puestos en las instituciones. Ahora o nunca, piensan los mismos que aplaudían cada asesinato de ETA. La bildutarra Aizpurua ejerció de portavoz de los amigotes de Patxi López: “Tenemos una nueva oportunidad para definir el estatus político que deseamos para nuestro pueblo”. Esta vez, sentenció, el proyecto secesionista puede triunfar, ya que el Gobierno de Sánchez depende de ellos. ¿Quién conduce al Psoe?

Todos los enemigos declarados de la España del 78 han comprobado que los socialistas de la convención han renunciado definitivamente a las políticas de Estado. Que, entregados en cuerpo y alma a los dictados de Puigdemont y Otegi, no quieren saber nada de las políticas nacionales que mandata la Constitución, en materia de coordinación económica irrenunciable, ordenación de las migraciones o seguridad nacional. Los españoles han visto impactados cómo, en La Coruña, los militantes del Partido Socialista traicionaban con sangre fría a la Nación.

Es el partido que ha perseguido, por señalamiento de delincuentes golpistas, a los mejores servidores del Estado. Entre muchos, al coronel Pérez de los Cobos, a la directora del CNI Paz Esteban o al Tribunal Supremo. Pero, tengan cuidado. Recuerden con qué velocidad los socialistas franceses pasaron del 51% de Hollande al 6% de Hamon. En esa pista para zombis les colocaron sus fatídicos socios, que les desprecian.

QOSHE - Colorín, colorado, el PSOE está acabado - Jesús Cuadrado
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Colorín, colorado, el PSOE está acabado

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23.01.2024

La convención certificó el fin del Psoe como partido de Estado. Asumido el proyecto confederal que les imponen los independentistas, volvieron a esconderse tras la espiral de retórica conocida. Sabido es que lo que dijera Sánchez en Davos o en La Coruña no tiene valor alguno. Podría haber dicho lo contrario sin pestañear. Hace tiempo que perdió el derecho a ser escuchado, por mentiroso. Su perorata del Foro Económico la habrían firmado la argentina Cristina Kirchner o el populista francés Mélenchon. En ningún caso se esperaría algo así de líderes de la socialdemocracia liberal europea, como la danesa Mette Frederiksen o el laborista británico Keir Starmer, en las antípodas del socialismo sanchista.

Muchos desinformados creen que Sánchez, por presidir la Internacional Socialista, es un dirigente reconocido por los grandes partidos de centroizquierda, desde los europeos del Norte a los canadienses y australianos. Esa multinacional es hoy chatarra aparcada en el desguace. El español sustituyó en la dirección a otra antigualla del viejo socialismo desacreditado, el griego Yorgos Papandréu, el que hundió al Pasok como hace el sanchismo con el Psoe. ¿Una organización mundial socialdemócrata de la que ya no forman parte ni alemanes ni británicos ni escandinavos? Si algún despistado desconocía la irrelevancia internacional del padre de la amnistía, solo tenía que oír sus bobadas en Davos.

La palabrería era para el mercado interior........

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