A María Jesús Montero le gusta ser graciosa. Hace chistes en plan Ocho apellidos vascos, pero cuando le sacan lo de Chiqui y el acento se indigna. Es lo de menos. Sus comentarios; como el que hizo en plan jocoso sobre la calvicie del portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado; se definen solos por su mal gusto. Aunque algunos le reirán las gracias igualmente.

María Jesús Montero entró al Gobierno de Pedro Sánchez como un submarino de Susana Díaz y terminó siendo más sanchista que Sánchez. Los militantes socialistas la adoran. Por eso es una de las más solicitadas en los territorios para mitinear en plan club de la comedia.

No se puede decir lo mismo del PSOE de Andalucía, que se tiene que morder la lengua para guardarse lo que verdaderamente opina de ella.

Montero acumula un inmenso poder en el partido y en el Gobierno. Y con ese poder ha creado una estructura paralela de cargos y colocados del PSOE andaluz que le acompañan allá donde va, mientras sus compañeros caminan por el desierto que es ahora Andalucía para la izquierda.

Cada vez está menos claro que Juan Espadas sea ese Moisés que conduzca el socialismo andaluz hacia la tierra prometida de la Junta. Seguro que Montero tampoco le va a ayudar en nada.

Un simple vistazo a su equipo de confianza descubre un buen puñado de sevillanos y médicos, como ella. Mención especial para el caso de Antonio Miguel Cervera, rescatado por Montero de la Junta tras la moción censura para dirigir Sepides –del conglomerado Sepi-. Y ahora recolocado, también por Montero, como Director General de Costes de Personal en el Ministerio de Hacienda.

Montero lleva varios días en la cresta de la ola. Lo del no pelo de Tellado llegó precisamente horas después de haber mostrado a España entera su doctorado en alopecia constitucional. La vicepresidenta aseguró que la soberanía nacional reside en el Congreso; y no en el Senado porque el PP quiere no sé qué. Está al nivel de “1.200 millones no son nada, chiqui”. De hecho, lo supera.

El problema de la reflexión es que verdaderamente lo piensa. Ella y el PSOE se lo creen. Se creen verdaderamente que la mayoría de Sánchez representa a la España plural y diversa. Se creen que pactar con los separatistas y nacionalistas que les hacen conservar el poder a cambio de amnistías y lo que haga falta es entender mejor este país.

Así es Montero. Ella es la verdadera creadora del hacer de la necesidad virtud de aquel legendario discurso de Sánchez ante el comité federal del PSOE. Que hay que pactar con Ciudadanos y decir que el impuesto de sucesiones es injusto y hay que eliminarlo. Pues se dice y se hace, como en su etapa de consejera en la Junta de Andalucía. Que un año después no tener sucesiones es egoísta. Pues se dice y se crea otro gravamen. Hay que adaptarse. ¡Qué más da!

Montero es la precursora del sanchismo que conocemos hoy. El sanchismo entendido como opinar una cosa y la contraria según convenga. Por eso está ahí sentada a la izquierda del presidente cada lunes en Ferraz y a su derecha cada martes en el Consejo de Ministros.

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El doctorado de María Jesús Montero en alopecia constitucional

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22.01.2024

A María Jesús Montero le gusta ser graciosa. Hace chistes en plan Ocho apellidos vascos, pero cuando le sacan lo de Chiqui y el acento se indigna. Es lo de menos. Sus comentarios; como el que hizo en plan jocoso sobre la calvicie del portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado; se definen solos por su mal gusto. Aunque algunos le reirán las gracias igualmente.

María Jesús Montero entró al Gobierno de Pedro Sánchez como un submarino de Susana Díaz y terminó siendo más sanchista que Sánchez. Los militantes socialistas la adoran. Por eso es una de las más solicitadas en los territorios para mitinear en plan club de la comedia.

No se puede decir lo mismo del PSOE de Andalucía, que se tiene que morder la lengua para guardarse........

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