Yo fluyo, tú fluyes. Todos queremos fluir. Lo decimos, lo gritamos y lo pensamos, y de tanto repetirlo, nos lo creemos. Nos convencemos de que al fluir, nos salvamos de un mundo que también fluye, de los demás, a quienes les deseamos que fluyan, y hasta los obligamos a que fluyan, y de nosotros mismos, que estamos en permanente estado de flujo, y, sin embargo, tal vez de tanto fluir, ni siquiera nos preguntamos de qué es que queremos salvarnos, ni por qué fluir es una solución. Igual, fluimos. Queremos ser en algo como Diógenes, a quien Emil Cioran llamaba el perro celestial, cuyo mayor argumento para probar que todo se movía era caminar y caminar frente a quienes se oponían a su idea.

Fluimos. Lo aseguramos con absoluta seguridad, aunque nos estemos aferrando a esas siete letras, y más allá de ellas, a las flamantes banderas del ir y volver, sin ir ni regresar en realidad. Fluimos, convencidos de que en esa sencilla palabra ya hay una profunda espiritualidad, y que el fluir de esa espiritualidad nos va a llevar a una inmediata felicidad. Fluimos en esa inmediatez, y en nuestra definición de felicidad, y somos inmediatamente felices solo con fluir. Fluimos en nuestros trabajos, a los que consideramos un tra-ba-jo en realidad, una carga, un peso, una pesadilla y, pese a todo eso, un derecho que alguien tiene que procurarnos, y fluimos después, en la búsqueda de un nuevo trabajo.

Fluimos en el amor. Lo anhelamos, lo soñamos, lo deseamos y lo tomamos, lo dejamos fluir un rato, lo usamos y exprimimos y al final lo botamos, para seguir fluyendo con el siguiente amor y con el de más allá, que también vienen fluyendo de otros amores, y en el fondo, muy a pesar de que lo callemos, seguros de que nadie está a nuestro nivel, nadie nos merece. Fluimos al pensar, porque pensar es anclarse, “pensar mucho es dejar de fluir”, como dice el filósofo Roberto Palacios. Llevados por el fluir, dentro de un perfecto círculo vicioso dibujado con la ligera tinta del fluir, preferimos ignorar y sentir, o sentir desde y con y para ignorar.

QOSHE - Fluir y solo fluir - Fernando Araújo Vélez
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Fluir y solo fluir

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14.04.2024

Yo fluyo, tú fluyes. Todos queremos fluir. Lo decimos, lo gritamos y lo pensamos, y de tanto repetirlo, nos lo creemos. Nos convencemos de que al fluir, nos salvamos de un mundo que también fluye, de los demás, a quienes les deseamos que fluyan, y hasta los obligamos a que fluyan, y de nosotros mismos, que estamos en permanente estado de flujo, y, sin embargo, tal vez de tanto fluir, ni siquiera nos preguntamos de qué es que queremos salvarnos, ni por qué fluir es una solución. Igual, fluimos. Queremos ser en........

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