Vivimos de préstamo en préstamo. Morimos por algún préstamo que nos mandó al demonio, y nos salvamos de la prisión por el bondadoso préstamo de algún amigo. Nosotros mismos no somos más que un préstamo, como hijos, como padres, como amigos y trabajadores, e incluso, como enemigos y desempleados. En el mejor de los casos, algún día logramos prestarle unos cuantos pesos a algún prestamista que acabó por necesitarnos, y en el peor, vamos por la vida etiquetados entre el pecho y la espalda con el término de prestado. Nos prestan, como definen en algunos contratos a uno que otro futbolista, pero a diferencia de ellos, a nosotros no nos queda ni un céntimo de esos préstamos, y vamos de aquí para allá en calidad de prestados, que en el fondo es como decir, de números que intentan sumar, aunque en realidad y según las cuentas de cada fin de mes, solo restamos y debemos, y cada deuda nos lleva a un préstamo más.

Yo te presto, tú me prestas, nosotros nos prestamos, y en realidad y literalmente, todos nos prestamos. Nos prestamos los unos a los otros, y nos prestamos “para” que los que tienen un poder y se jactan de él hagan de nosotros unos simples chivos expiatorios, “para” que sirvamos de deudores en un préstamo o para otro tipo de empréstitos. Como compensación, nos dan diez o mil pesos, una palmadita en la espalda y unas casi inaudibles gracias por debajo de la mesa, siempre por debajo de la mesa, y nosotros a callar, por supuesto. De cinco a ocho, nos prestamos por tiempo definido y en un contrato usualmente sospechoso, o a término indefinido, que es una manera bastante elegante de decir “hasta que nos soportemos” o seamos “aprovechables”. El resto del tiempo, si es por amor, nos prestamos a un alguien a quien le decimos “cariño” o algo por el estilo, y a quien en una especie de compensación tomamos en un préstamo firmado y sellado ante la iglesia y el poder terrenal de la ley, que supuestamente finalizará cuando la muerte nos separe.

Si no hay amor, o eso a lo que llamamos amor, porque el préstamo se venció o porque los intereses nos desbordaron, o porque nos dejamos seducir por otros préstamos, el resto de nuestros días nos les prestamos a los amigos, a los vecinos, a los obsesionados con las reuniones de todo tipo, a los periodistas y sus comprometidas noticias, o a los políticos y sus eternos falsos discursos. Un rato acá, un rato allá, corramos hacia cualquier lugar, pero corramos siempre, y dejemos unos cuantos segundos apenas para estar a solas, mirarnos al espejo y olvidarnos de los préstamos. Prestaos los unos a los otros, préstame tú que yo te prestaré. Prestaos, pedid préstamos, y sobre todas las cosas, quedad empeñados para siempre, que el reino de los prestamistas te espera.

QOSHE - Hasta que nos soportemos - Fernando Araújo Vélez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Hasta que nos soportemos

7 1
17.12.2023

Vivimos de préstamo en préstamo. Morimos por algún préstamo que nos mandó al demonio, y nos salvamos de la prisión por el bondadoso préstamo de algún amigo. Nosotros mismos no somos más que un préstamo, como hijos, como padres, como amigos y trabajadores, e incluso, como enemigos y desempleados. En el mejor de los casos, algún día logramos prestarle unos cuantos pesos a algún prestamista que acabó por necesitarnos, y en el peor, vamos por la vida etiquetados entre el pecho y la espalda con el término de prestado. Nos prestan, como definen en algunos contratos a uno que otro futbolista, pero a diferencia de ellos, a nosotros no nos queda ni un céntimo de esos préstamos, y........

© El Espectador


Get it on Google Play