Y fuimos muchos los que alguna vez creímos en alguna revolución, tal vez porque la palabra sonaba bonito, o por asuntos de rebeldías, o por dárnoslas de importantes, de distintos. Fuimos muchos los que soñamos con salvar el mundo desde abajo, sin pensar demasiado en cuánta vanidad, cuánto arrogancia había detrás de ese “cambiar el mundo”. Vanidad, arrogancia, e incluso desprecio por los demás, por aquellos que no habían sido capaces de hacer nada por los otros, o que hicieron algo y no fuimos lo suficientemente racionales y fuertes para admitirlo y menos, para agradecérselos. Fuimos varios los que algún día, desnudos y sensatos, nos sentimos hipócritas por haber convencido a uno, a uno solo, de nuestras ideas, que además y en el fondo, ni siquiera eran nuestras, y de haberle llenado la cabeza de odio, nuestro mismo odio, de fuego y de blancos y negros.

Fuimos cientos los que escribimos y canturreamos una y mil veces “Todavía cantamos, todavía soñamos, todavía esperamos…”, y apretamos los puños soñando con que íbamos a una revolución, con los nombres y las imágenes de algunos de los que habían muerto por una revolución rondándonos, inspirándonos, dándonos fuerzas, sin pensar en que íbamos a luchar al lado de algunos personajes que irían a esa revolución para lucrarse, para tener un nombre o un poder, mucho poder, o para quedar en la historia, en la gran historia de los idealistas, o por simples y llanas venganzas, ajustes de cuenta con el pasado y con quienes hicieron el pasado. Fuimos decenas los que nos dejamos arrastrar por las mentiras de algunos caudillos, que a su vez fueron arrastrados por las mentiras de otros caudillos, y de mentira en mentira caímos en cuenta de que necesitábamos de esas o de otras mentiras para creer en algo, para vivir por algo, para morir por algo.

Fuimos varios los que nos desbarrancamos hacia un abismo en nombre de una causa, convencidos de que aquellos por los que luchábamos se lo merecían, y por ello, nuestra lucha era, sería y había sido justa, fuera eso lo que significara. Fuimos unos cuantos los ilusos que durante un buen tiempo nos convencimos de que todos nuestros vecinos eran compañeros nuestros en esa lucha, y que esa lucha era trabajar y ser honorables, y poner el hombro y ser solidarios más que decir que éramos solidarios, y fuimos más los que luego nos dimos cuenta de que nuestros vecinos no eran compañeros y aquellos por quienes peleábamos, tampoco, y que si nos buscaban, nos buscaban para el favor en todas sus formas, para la fiesta, el chisme, lo fácil o el tumbao. Fuimos unos pocos los que un día vimos que las revoluciones y las utopías no eran imposibles por sus ideas y sus búsquedas, sino por los humanos, tan demasiado humanos que las alentaban y multiplicaban.

QOSHE - Lo fácil y el tumbao - Fernando Araújo Vélez
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Lo fácil y el tumbao

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12.11.2023

Y fuimos muchos los que alguna vez creímos en alguna revolución, tal vez porque la palabra sonaba bonito, o por asuntos de rebeldías, o por dárnoslas de importantes, de distintos. Fuimos muchos los que soñamos con salvar el mundo desde abajo, sin pensar demasiado en cuánta vanidad, cuánto arrogancia había detrás de ese “cambiar el mundo”. Vanidad, arrogancia, e incluso desprecio por los demás, por aquellos que no habían sido capaces de hacer nada por los otros, o que hicieron algo y no fuimos lo suficientemente racionales y fuertes para admitirlo y menos, para agradecérselos. Fuimos varios los que algún día, desnudos y sensatos, nos sentimos hipócritas por haber convencido a........

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