Nunca voy a poder decir que un día aprendí a observar, pero por lo menos, podré afirmar que alguien me dijo una tarde que todos podíamos caer en un estado de observación, y que observar era una decisión y un camino. Entonces pensé una y otra vez en la voluntad de observar, y multipliqué hasta la enésima potencia el poder de observar. Y observé con los ojos, sí, pero también con la mente y con las manos, con la nariz y los oídos, con la boca y con cada parte de la boca y más allá, y con los pies y los huesos y los nervios y el deseo. Observé al respirar, y respiré partículas del aire nuestro contaminado de todos los días, y observé al ver los zapatos manchados de pintura azul de un obrero, al olerlos y al escuchar los distintos pitos de los carros y buses en la calle que pasaban a su lado.

Observé, incluso, con mis recuerdos, y volví al ayer y al antes de ayer. Rescaté de un viejo baúl carcomido, los mordiscos y rasguños de un inolvidable e inmortal perro de la calle que respondía al nombre de Ruperto, y que bailaba al son de su nombre cada noche y cada mañana. Rescaté colores, imágenes, modas, vestidos, y el olor de un “Chanel number five”, como en la canción de Rubén Blades. Rescaté sonrisas y frases que habían estado mucho tiempo bajo decenas de papeles de centenares de recuerdos muy en el fondo de aquel baúl. Y canciones de un tiempo muy ido, y uno que otro dibujo en blanco y negro de uno que otro caballo, y cartas que jamás envié, y poemas a medio hacer y cuentas a medio pagar.

Observé, rescaté y viví por milésimas de segundo, que en realidad fueron días, unos cuantos momentos que me marcaron y yo no lo había comprendido. Observé, o traté de observar, y en ese intento sin fin, mezclé supuestas realidades con algunas fantasías y me sentí parte de una leyenda, y pasé así, como en una película, de ser una voluntad de observar, a ser una voluntad de observar y de crear. Observé, escribí y dibujé haciendo caso omiso de las reglas, de las críticas y el deber ser, solo para dejar plasmado en algún papel algo de lo que había observado, un algo, o varios, que espero volver a ver en unos años, cuando las prisas, las deudas y las modas hayan borrado una vez más mi voluntad de observar.

QOSHE - Por la voluntad de observar - Fernando Araújo Vélez
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Por la voluntad de observar

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24.03.2024

Nunca voy a poder decir que un día aprendí a observar, pero por lo menos, podré afirmar que alguien me dijo una tarde que todos podíamos caer en un estado de observación, y que observar era una decisión y un camino. Entonces pensé una y otra vez en la voluntad de observar, y multipliqué hasta la enésima potencia el poder de observar. Y observé con los ojos, sí, pero también con la mente y con las manos, con la nariz y los oídos, con la boca y con cada parte de la boca y más allá, y con los pies y los huesos y los nervios y el deseo. Observé al........

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